Cuando se dice que ante el
sufrimiento la actitud básica del europeo moderno es la del esclavo lo que se
quiere señalar en primer lugar, es que no lo soporta, que al querer lo
incondicional sólo puede verse a sí mismo bajo una tiranía. Como animal de rebaño,
su compasión expresa, entre otras posibles cosas, la sublevación contra el
gusto aristocrático que menos precia o, al menos, parece quitarle importancia
al sufrimiento.
Compasión, por tanto, equivale en él
a la igualdad misma como sentimiento común de unión entre seres sufrientes
todos por igual a causa de una suerte injusta o una sociedad mal constituida;
conmiseración, por tanto, que funde a los individuos en un sentimiento común
que neutraliza su rivalidad y amortigua la voluntad de lucha.
Ésta voluntad de la moral europea que
ha producido valores nihilistas y ha culpabilizado a los instintos por
resentimiento, tratando de compensar su sufrimiento al causar dolor a cuantos
más mejor.
El nihilismo que quiere y busca el
sufrimiento encuentra en el ideal ascético la tiranía que necesita.
Pues el ideal ascético da un sentido
a su sufrimiento, lo justifica, y de este modo intensifica su sentimiento de
poder.
Este nihilismo agresivo y creativo
traduce una voluntad de venganza que niega la vida, estimada como fuente de
dolor y de mal.
Al consistir la debilidad de la
voluntad esencialmente en impotencia para afrontar el dolor, entonces el miedo,
la obsesión por el dolor, se convierte en el instinto dominante que obliga a
todos los demás, instintos a expresarse necesariamente según su dirección
propia.
Ésta es la razón de por qué Europa se
vuelca finalmente en una cultura de la lástima y de la compasión.
La cultura europea moderna, en suma,
se basa en una valoración que afirma la enfermedad, que trata de mantener el
dominio de la enfermedad, la debilidad, la decadencia.
Nietzsche concluye que, en la
situación actual de la sociedad europea, la compasión es la práctica
fundamental del nihilismo. Es decir, la compasión es el modo principal en el
que ahora se expresa ese retorcimiento de la vida contra sí misma en el que
consiste justamente el nihilismo.
El énfasis de Nietzsche en sus
críticas continuas a esta compasión, en la que consiste ahora la práctica
principal del nihilismo, se dirige a la necesidad de distinguir entre la
compasión nihilista y otro tipo de compasión que esté en consonancia con el
ejercicio de la voluntad de poder activa, una clase de compasión que se
despliega desde una actitud ante el problema del dolor opuesta a la del nihilismo.
La voluntad de superación de
crecimiento, de fortalecimiento, de acción y de transformación creativa de
nuestra existencia, y el sentimiento de placer en el que esa voluntad se
traduce, es lo que antecede de manera más elemental al dolor. Éste no es más
que esa misma voluntad de crecer que lo incluye como su condición de
autosuperación.
El dolor, pues, es sentido por la
voluntad de poder sana, no como la desgracia que hay que sufrir pasivamente,
sino más originariamente, como la tensión activa generada por la exigencia de
una sobreabundancia de vida.
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