La historia de la filosofía
occidental nos presenta un panorama rico en rendimientos filosóficos de lo más
variado, interesante y sugestivo. Somos herederos mientras vivamos desdeñando
esa riqueza, mientras seamos capaces de formarnos un juicio crítico para
discernir y valorar lo que hay de circunstancial y perecedero, y lo que hay de
permanente en cada corriente filosófica.
La verdadera filosofía entendida no tanto como enseñanza dogmática de escuela sino por su significado clásico y originario, es el amor al conocimiento, el amor a la belleza de las ideas, tal como lo explica Diótima a Sócrates en el Banquete de Platón (203e-204a). Diótima empieza por señalar que los dioses no filosofan ni desean hacerse sabios, pues ya lo son. Tampoco filosofa el que es sabio entre los hombres, pues no lo necesita. Pero hay hombres que siendo ignorantes tampoco filosofan ni desean hacerse sabios, porque tienen la ilusión de serlo. El que no cree estar falto de nada no siente deseo de lo que no cree necesitar.