viernes, 16 de septiembre de 2016

Ciudadanía multicultural de Will Kymlicka



Liberalismo, Ciudadanía diferenciada, Libertad y cultura y Tolerancia en Kymlicka

 
INTRODUCCIÓN 
Hablar de multiculturalismo y de los derechos de las culturas minoritarias, equivale, obligatoriamente, a hablar de Will Kymlicka, que es uno de los teóricos más destacados en dicho campo.
En las próximas páginas trataré plasmar sus análisis, que tratan de responder al desafío que constituye la reivindicación de la diferencia étnica y cultural para el liberalismo político clásico. Para ello, me centraré “sólo” en su obra “Ciudadanía multicultural” (Paidos, Barcelona, 1996), que recoge, precisamente, sus aportaciones sobre el tema de manejar democráticamente la diversidad cultural.
En esta obra, Kymlicka, se centra en las virtudes cívicas y en la identidad ciudadana. Siendo consciente que uno de los principales problemas de las democracias contemporáneas se encuentra en los retos que una sociedad multicultural implica.
Siguiendo la visión tradicional, vemos, que las personas situadas a la izquierda creen en la igualdad, y suscriben así algún tipo de socialismo, mientras que aquellas , que se sitúan a la derecha creen en la libertad, y suscriben así alguna forma de capitalismo de libre mercado. En medio de las dos, están los liberales, que creen en una especie de combinación entre ambas, es decir, entre la igualdad y la libertad, que defiende de alguna forma el Estado de bienestar capitalista.
Ahora bien, a pesar de existir algo de cierto en esta forma de pensar acerca de la teoría política de Occidente, también es cierto, que esta manera de pensar es cada vez más inapropiada. Principalmente, porque ignora numerosas y diversas cuestiones respecto a los problemas que tiene que ver con la estrecha visión tradicional.
Kymlicka realiza sus análisis estableciendo una teoría liberal a los derechos de las minorías, teniendo en cuenta todas las mencionadas dificultades.
Al tratarse de una obra extensa e imposible de resumir en estas pocas páginas, me limitaré a realizar a continuación un pequeño análisis sobre la misma, para destacar, con unas cuantas palabras más, temas como el liberalismo, la ciudadanía diferenciada, la libertad y cultura y la tolerancia.
 
Breve análisis
 Su obra “Ciudadanía multicultural”, tiene como idea u objetivo principal establecer una teoría que sea capaz de articular los derechos de los colectivos con la doctrina liberal. En ella, intenta demostrar dicha teoría contemplando los derechos de las minorías culturales que debe ser compatible con las justas reivindicaciones de los grupos sociales que se encuentran en situación de desventaja.
Siendo su inquietud central, la protección de las minorías, la preservación de la identidad étnico-cultural de estos grupos, frente a la presión que ejercen las mayorías de su entorno. Haciendo, así, frente a grupos minoritarios, que exigen el reconocimiento de su identidad y la acomodación de sus diferencias culturales.
Por una parte plantea los diferentes tipos de minorías que existen; en primer lugar aquellas minorías que subsistían en un estado y que uno mayor las ha absorbido; y por otra parte un segundo grupo de minorías que se habrían formado posteriormente por los inmigrantes.
Al primer grupo le llama “minoría nacional” y al segundo “grupo étnico”. Nuestro autor, afirma que estos grupos aspiran a ser reconocidos como ciudadanos y que se les reconozca sus derechos como grupo. En ningún caso pretenden aislarse de la sociedad en la que viven.
Explica que existen tres tipos de derechos específicos según la pertenencia de grupo: derechos de autogobierno; derechos poliétnicos y derechos especiales de representación. Siendo los derechos de autogobierno el caso más extremo de los tres. Los otros dos,
pretenden la integración de los diferentes grupos en el conjunto de la sociedad. Sin embargo explica que es más necesario acabar con las discriminación, que plantear la necesidad de establecer medidas antidiscriminatorias. Siendo éstas, las pautas y directrices que deberían seguir los estados que creyeran en los postulados que Kymlicka plantea.
Para Kymlicka, cualquier grupo minoritario es capaz de hacer dos tipos de reivindicaciones, aquellas que les van a permitir conseguir derechos sobre el grupo mayoritario que les oprime y que no les deja llevar a cabo sus diferencias. O en un segundo grupo de reivindicaciones, aquellas que los grupos pretenden conseguir para poder imponer determinadas acciones con respecto a su minoría.
Este segundo grupo de derechos son los que consideran, nuestro autor, como antiliberales, puesto que el grupo de pertenencia está imponiendo al individuo aquello que debe pensar o que acción debe tomar, no permitiendo al individuo elegir.
El primer grupo son considerados por él protecciones externas y el segundo grupo restricciones internas.
Además de distinguir entre los diferentes tipos de reivindicaciones, que pueden plantear las diferentes cultural, Kymlicka da un paso adelante e intenta categorizar los diferentes tipos de culturas. Según su punto de vista existen dos subtipos culturales, diferentes entre sí. Por una parte, estaría lo que él denomina culturas societales, que han “sufrido” en su interior un proceso de modernización que les ha permitido articular de una forma más completa un nexo que comprendería instituciones económicas, políticas, religiosas, etc. Defendiendo la integración a una cultura común, que, como hemos visto, denomina societal culture, y que según los derechos de cada grupo cultural han de ser consecuentes con los principios liberales Ello implica que las identidades deben ser reconocidas, acomodadas y dotadas de representación. Es decir, ser integradas dentro de una cultura societal. Por esta cultura común o cultura societale, entiende el fomento y logro de un lenguaje común, educación igual, política compartida y participación sin restricciones, en lo básico. Todo ello con el objetivo de una cohesión social. El conjunto de esta cultura societal, no étnica, es la base del estado democrático liberal, según nuestro filósofo.
Por otra parte nos encontraríamos con el resto de culturas, que según deja entrever Kymlicka, no han sido modernizadas, y por ello tienen más peligro de entrar en decadencia o ser absorbidas, puesto que no están tan institucionalizadas.
Kymlicka  trata en todo momento de dejar claro que los derechos de las minorías deben ser establecidos en función a la doctrina liberal, y que ésta debe garantizar a los ciudadanos, que dispongan de los instrumentos necesarios para poder juzgar de forma racional las diferentes culturas societales y que no sólo se les de el marco legal y los derechos para que puedan hacerlo, sino que también dispongan de los medios físicos necesarios para que se produzcan los juicios adecuados y poner especial énfasis en la educación.
Pero, nuestro autor afirma, que a pesar de que el estado liberal proporcione todos los mecanismos necesarios, los sujetos se muestran reacios a abandonar su cultura o que ésta se vea modificada, y que los valores de libertad e igualdad que más valoran los individuos de un estado-nación determinado son aquellos en los cuales se están desarrollando como ciudadanos, y serían capaces de ceder en una parte de su libertad para que estos valores no cambiaran.
Es por ello que Kymlicka plantea dos tipos de cuestiones que se podían llevar a cabo; por una parte se trataría de abrir las fronteras para que “la propia comunidad nacional fuera invadida por colonos de otras culturas” o que se disminuyera la movilidad por parte de las personas. Él afirma que la mayor parte de la gente se posicionaría en la segunda opción, por lo que sería necesario decir que pasa con todas aquellas culturas que no respetan los dictados liberales. La posición de Kymlicka es bastante clara, además no se refiera únicamente a las minorías que viven en un determinado estado nación, sino que también hace alusión a aquellas culturas que forman parte de un país extranjero y son culturas dominantes.
En el libro, cuando se refiere a ellas, afirma que los estados liberales occidentales tienen derecho a intervenir en dichos territorios para que los derechos humanos de las personas sean salvaguardados. En esa intervención queda implícita la modificación de la sociedad para convertirla en un estado liberal.
Kymlicka afirma que el conflicto que plantean las medidas de protección necesarias para el respeto a las minorías no se establece entre el respeto por la persona y el respeto por el grupo, si fuera así, sería irresoluble en el marco del liberalismo político, sino que se establece entre el respeto por el individuo, en tanto miembro de una comunidad política, y otro respeto por el individuo diferente, en tanto miembro de una comunidad cultural.
Por otra parte, no considera necesario, que para representar los derechos de las minorías, los representantes sean del mismo colectivo, es decir, que las mujeres sean las que representen a las mujeres, o el colectivo negro sea representado por un negro, etc.
Porque si fuera de la otra forma, la democracia representativa perdería toda la legitimidad, puesto que es difícil que en una democracia se puedan condensar todos los intereses diferentes, independientemente del grupo y de la naturaleza que sea. Y que en el caso en el que los diferentes grupos excluidos de la política deseen participación en el parlamento deberían tener el número necesario de escaños para obtener así un mínimo de respeto por parte del resto de parlamentarios, dado que si se establece un pequeño número de representantes, es posible que no se les tenga en cuenta en la vida parlamentaria, ya sea en los debates parlamentarios como en las votaciones.
Tan importante como reconocer estos derechos es, para Kymlicka, señalar sus límites. Una vía para darle salida a los planteamientos en torno a la ciudadanía, estarían enmarcadas en una cultura política; una identidad cívica que se comparte a través de un discurso que pone en juego los símbolos, aspiraciones y procedimientos legítimos de organización que constituye la tradición.
 
El liberalismo
 Después de la Segunda Guerra Mundial, tenían que abordarse los derechos de las minorías forma diferente.
Eran muchos los liberales que creían que hacer hincapié en los Derechos Humanos resolvería los conflictos de las minorías. Es decir, las minorías culturales se verían protegidas indirectamente, garantizando los derechos civiles y políticos básicos a todos los individuos, independientemente de su filiación o grupo de pertenencia. Estos derechos, si bien se atribuyen a los individuos, se caracterizan por ejercerse en comunidad con otros individuos; por lo que pueda afirmarse que protegen la vida del grupo.
Los liberales dieron por supuesto que, allá donde se protegieran dichos derechos individuales, no era necesario atribuir derechos adicionales a los miembros de minorías étnicas o nacionales específicas. Es por ello, que las Naciones Unidas eliminaron toda
referencia a los derechos de las minorías étnicas y nacionales en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esto fue evidente para muchos liberales debido a que se lo vio como una extensión natural de los derechos que protegían a las minorías religiosas. Así la identidad étnica, como la religión , es algo perteneciente a la esfera privada, que no concierne al Estado.
Aún en los casos de propugnar políticas activas, como las de acción positiva, los liberales siempre consideraron la necesidad de éstas en forma transitoria. “Lo que se pretende es remediar años de discriminación y, por lo tanto, acercarse al tipo de sociedad que habría existido si hubiéramos observado la separación de Estado y etnicidad desde el principio”. Así lejos de abandonar el ideal de la separación del Estado y la etnicidad, la acción positiva es un método para lograr ese ideal.
Sin embargo, a la vista está, que los derechos de las minorías no pueden subsumirse bajo la categoría de derechos humanos. Las pautas y procedimientos tradicionales vinculados a estos son incapaces de resolver importantes y controvertidas cuestiones relativas a las minorías culturales como las de la lengua oficial o la autonomía política.
Kymlicka, que escribe desde el liberalismo, parte de una teoría liberal del Estado, pero a la vez aboga por la identidad cultural de los grupos sociales o de los pueblos.
Es preciso aclarar que el liberalismo que Kymlicka defiende no es el que hoy se identifica con el neoliberalismo económico. Cuando a lo largo de la obra se habla de "principios liberales", en muchas ocasiones ese término equivale a defender los derechos civiles individuales, que fueron reclamados por el liberalismo, y que hoy están recogidos en la mayoría de las constituciones occidentales. Este liberalismo insiste en que la base de las sociedades democráticas modernas es el respeto a todas las personas consideradas como libres e iguales. Hasta ahora muchos liberales han visto en esto una oposición o una incompatibilidad. Sin embargo, Kymlicka sostiene que "una teoría liberal de los derechos de las minorías debe explicar cómo coexisten los derechos de las minorías con los derechos humanos, y también cómo los derechos de las minorías están limitados por los principios de libertad individual, democracia y justicia social.
Nuestro autor, distingue entre Estados "multinacionales", aquí la diversidad cultural surge de la incorporación a un Estado mayor de culturas que anteriormente poseían autogobierno y estaban concentradas en un territorio, y Estados "poliétnicos", cuya diversidad cultural surge de la inmigración. A partir de esta distinción, explica la distinta situación de "minorías nacionales", en Estados multinacionales, y de "grupos étnicos" en Estados poliétnicos.
Las primeras se caracterizan por ser grupos culturales preexistentes en un territorio concreto, y que son invadidos contra su voluntad, o pasan a formar parte de otra nación con otra cultura mayoritaria, como consecuencia también de un proceso de federalismo o por distintos acuerdos.
En la segunda, la de la inmigración, un individuo o un grupo familiar deciden libremente trasladarse a un país de cultura diferente. Luego la reclamación de sus derechos culturales es diversa a la del primer caso. Los inmigrantes no tienen derecho a exigir el autogobierno, pero sí a obtener un respeto institucional y legal a la expresión de su propia identidad.

Ciudadanía diferenciada
 Algunos liberales han mantenido que así como el Estado liberal mantiene la separación entre Estado y religión, del mismo modo debe construirse sin distinguir entre sus ciudadanos por razón de su pertenencia a un determinado grupo cultural. El ciudadano liberal sólo reflejaría su pertenencia cultural en su vida privada.
Esto, dirá Kymlicka, es una utopía. Pues, además de los derechos comunes de todos los ciudadanos, es necesario defender la necesidad de una ciudadanía diferenciada, donde el Estado tiene la obligación de adoptar "medidas específicas" en caminadas a acomodar las diferencias nacionales y étnicas.
En función a la pertenencia a un grupo, existen, al menos, tres formas de derechos, que son los derechos de autogobierno (la delegación de poderes a las minorías nacionales, a menudo a través de algún tipo de federalismo); los derechos poliétnicos (apoyo financiero y protección legal para determinadas prácticas asociadas con determinados grupos étnicos o religiosos) y los derechos especiales de representación (escaños garantizados para grupos étnicos o nacionales en el seno de instituciones centrales del Estado que los engloba).
Ya que las teorías tradicionales de los derechos humanos no han dado una solución a esta cuestión. Ni tampoco, la propia Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU reconoció ningún derecho relacionado con los grupos étnicos o las minorías nacionales. Lo que Kymplicka reclama está muy claro. Y es que a los grupos nacionales o grupos con una etnicidad específica se les debe reconocer una identidad política permanente con un estatus constitucional.
 
Libertad y cultura
Según Kymlicka, la cultura no es un añadido a los derechos individuales de la persona, sino que está intrínsecamente unida a la libertad del individuo. De lo contrario, sería más cómodo y muchas veces más barato homogeneizar. Por lo tanto, hay que garantizar la identidad cultural dentro del marco del liberalismo. "Los principios básicos del liberalismo son principios de libertad individual. Los liberales únicamente pueden aprobar los derechos de las minorías en la medida en que éstos sean consistentes con el respeto a la libertad o autonomía de los individuos".
Kymlicka demuestra que los derechos de las minorías son compatibles con la libertad individual, e incluso pueden promoverla, ya que la causa de la libertad muchas veces encuentra sus bases en la autonomía de un grupo nacional. Así que promover la separación entre Estado y cultura, es un completo absurdo. Hoy más que nunca, es preciso que las sociedades liberales respondan a cuestiones relacionadas con las minorías culturales. Cuestiones, entre las que Kymlicka señala: "¿Qué lenguas deberían aceptarse en los Parlamentos, burocracias y tribunales?, ¿se deberían dedicar fondos públicos para escolarizar en su lengua materna a todos los grupos étnicos o nacionales?, ¿se deberían trazar fronteras internas (distritos legislativos, provincias, Estados) tendentes a lograr que las minorías culturales formen una mayoría dentro de una región local?, ¿debería devolver poderes gubernamentales el nivel central a niveles locales o regionales controlados por minorías concretas, especialmente en temas culturalmente delicados como la inmigración, las comunicaciones y la educación?, ¿deberían distribuirse los organismos políticos de acuerdo con un principio de proporcionalidad nacional o étnica?, ¿se deberían conservar y proteger las zonas y lugares de origen tradicionales de los pueblos indígenas para su exclusivo beneficio, protegiéndoles de la usurpación de los colonos o de los explotadores de recursos?, ¿qué grado de integración cultural puede exigirse de los inmigrantes y los refugiados antes de que adquieran la ciudadanía?" .
Para aclarar, el temor de muchos liberales respecto a que los derechos colectivos reivindicados por los grupos étnicos y nacionales vayan en contra de los derechos individuales, Kymlicka distingue entre dos tipos de reivindicaciones que un grupo podría hacer.
Por una parte, un grupo puede reivindicar el derecho a limitar la libertad de sus propios miembros para asegurar la solidaridad del grupo o evitar que abandonen las costumbres tradicionales (son "restricciones internas"); o bien puede pretender limitar el poder ejercido sobre él por la sociedad en la que está englobado, con el fin de asegurar que los recursos y las instituciones de las que depende la minoría no sean vulnerables a las decisiones de la mayoría ("protecciones externas").
Resumiendo y en palabras de Kymlicka, "una perspectiva liberal exige libertad dentro del grupo minoritario, e igualdad entre los grupos minoritarios y mayoritarios".
 
Tolerancia
 Como hemos visto Kymlicke intenta acomodar las diferencias étnicas y nacionales e una manera estable y moralmente defendible. Para ello, plantea la necesidad de los derechos diferenciados y la coexistencia.
No obstante, acepta que la tolerancia tiene unos límites y las democracias liberales no pueden acomodar todas las formas de diversidad cultural. Tal y como podemos ver en su obra “La ciudadanía multicultural, en la que  dedica un capítulo a los límites de la tolerancia. Desde su defensa del liberalismo como filosofía y práctica política de libertades, Kymlicka parte de que “los principios liberales imponen dos limitaciones a los derechos de las minorías.
Piensa que tanto los Estados extranjeros como las minorías nacionales constituyen comunidades políticas distintas, con sus propios derechos al autogobierno. En ambos casos los intentos de imponer los principios liberales por la fuerza se perciben como una forma de agresión y acaban en un completo fracaso. Aunque esto tampoco justifica el conformismo.
En una sociedad liberal se puede exigir, a los que se integran desde fuera, que asuman la obligación de cumplir con los derechos civiles. En el caso de las minorías con autonomía, si bien no se debe interferir coactivamente, sí se puede tratar de dialogar y utilizar caminos racionales. Si se trata de otros países, sólo será posible influir a través de mecanismos internacionales, pero esto nunca justifica la intervención.
En realidad, lo que viene a decir Kymlicka, es que ningún grupo cultural tiene derecho a violar los derechos de los individuos por conservar su propia cultura. Para un liberal, derechos concretos y cruciales serían, por ejemplo, la libertad religiosa y la igualdad de hombre y mujer.
Kymlicka analiza muy bien la situación americana, sobre todo de los países receptores de inmigración. Mantiene una actitud muy respetuosa con la voluntad de los integrantes de los grupos culturales, y afirma con prudencia, que cada caso merece un tratamiento diferente. Insistiendo en la diferente actitud de los grupos nacionales, que suelen reclamar su autogobierno, y la de los inmigrantes, que persiguen la integración dentro del marco legal del país de acogida, que no es ningún obstáculo para que quieran además también mantener su identidad cultural. Sin propugnar un sincretismo, tal y como lo están haciendo muchos liberales en Estados Unidos.

NOTA FINAL
 Kymlicka intenta demostrar que la teoría política liberal no debe defender sólo los derechos de los individuos, sino también los derechos de los diferentes grupos culturales. Esto es lo realmente novedoso de su obra.
La democracia moderna, aparte de depender de la justicia como estructura básica, también dependen de las cualidades y actitudes de sus ciudadanos. Cualidades y actitudes como su sentimiento de identidad y su percepción de las formas potencialmente conflictivas de identidad nacional, regional, étnica o religiosa; su capacidad de tolerar y trabajar conjuntamente con individuos diferentes; su deseo de participar en el proceso político con el propósito de promover el bien público y sostener autoridades controlables; su disposición a autolimitarse y ejercer la responsabilidad personal en sus reclamos económicos, así como en las decisiones que afectan su salud y el medio ambiente.
Si faltan ciudadanos que posean estas cualidades, las democracias se vuelven difíciles de gobernar y altamente inestables.
Kymlicka defiende que los estados-nación liberales tienen una especie de obligación moral, que les obliga a exportar el liberalismo a todos los ligares donde todavía no ha llegado. Esto justifica que en muchas ocasiones unos Estados creen un conflicto internacional con el fin de garantizar los derechos humanos. No obstante, los estados no son siempre tan benefactores como a Kymlicka le gustaría. De serlos, ejercerían de justiciero a cualquier hora del día, y al parecer, lo que realmente les interesa a los estados-nación como a los individuos egoístas-racionales que propone la doctrina económica, es maximizar sus intereses y conseguir la mejor productividad de los recursos escasos. Así que un régimen no liberal es bueno cuando favorece a los interesas de la nación, y es malo y se debe intervenir si puedo conseguir algo con ello. En la actualidad, existe una gran cantidad de conflictos en estados no liberales donde no se respetan los derechos humanos, y las organizaciones internacionales siguen mirando hacia otro lado.
Kymlicka, realiza en su obra “Ciudadanía multicultural” un análisis muy riguroso de la integración de las minorías culturales en sociedades con una cultura mayoritaria dominante. Siendo su exposición pedagógica y clara.
Con independencia de que se compartan o no algunas de sus opiniones, buena parte del libro se nutre de datos históricos documentados que contribuyen a aumentar los conocimientos de cualquier persona.

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