Liberalismo,
Ciudadanía diferenciada, Libertad y cultura y Tolerancia en Kymlicka
INTRODUCCIÓN
Hablar de
multiculturalismo y de los derechos de las culturas minoritarias, equivale,
obligatoriamente, a hablar de Will Kymlicka, que es uno de los teóricos más
destacados en dicho campo.
En las próximas
páginas trataré plasmar sus análisis, que tratan de responder al desafío que
constituye la reivindicación de la diferencia étnica y cultural para el
liberalismo político clásico. Para ello, me centraré “sólo” en su obra “Ciudadanía
multicultural” (Paidos, Barcelona, 1996), que recoge, precisamente, sus aportaciones
sobre el tema de manejar democráticamente la diversidad cultural.
En esta obra, Kymlicka,
se centra en las virtudes cívicas y en la identidad ciudadana. Siendo
consciente que uno de los principales problemas de las democracias
contemporáneas se encuentra en los retos que una sociedad multicultural
implica.
Siguiendo la
visión tradicional, vemos, que las personas situadas a la izquierda creen en la
igualdad, y suscriben así algún tipo de socialismo, mientras que aquellas , que
se sitúan a la derecha creen en la libertad, y suscriben así alguna forma de
capitalismo de libre mercado. En medio de las dos, están los liberales, que
creen en una especie de combinación entre ambas, es decir, entre la igualdad y
la libertad, que defiende de alguna forma el Estado de bienestar capitalista.
Ahora bien, a
pesar de existir algo de cierto en esta forma de pensar acerca de la teoría
política de Occidente, también es cierto, que esta manera de pensar es cada vez
más inapropiada. Principalmente, porque ignora numerosas y diversas cuestiones respecto
a los problemas que tiene que ver con la estrecha visión tradicional.
Kymlicka realiza
sus análisis estableciendo una teoría liberal a los derechos de las minorías,
teniendo en cuenta todas las mencionadas dificultades.
Al tratarse de
una obra extensa e imposible de resumir en estas pocas páginas, me limitaré a
realizar a continuación un pequeño análisis sobre la misma, para destacar, con
unas cuantas palabras más, temas como el liberalismo, la ciudadanía
diferenciada, la libertad y cultura y la tolerancia.
Breve análisis
Su obra “Ciudadanía
multicultural”, tiene como idea u objetivo principal establecer una teoría que
sea capaz de articular los derechos de los colectivos con la doctrina liberal. En
ella, intenta demostrar dicha teoría contemplando los derechos de las minorías
culturales que debe ser compatible con las justas reivindicaciones de los
grupos sociales que se encuentran en situación de desventaja.
Siendo su inquietud central, la protección de las minorías, la preservación de la identidad étnico-cultural de estos grupos, frente a la presión que ejercen las mayorías de su entorno. Haciendo, así, frente a grupos minoritarios, que exigen el reconocimiento de su identidad y la acomodación de sus diferencias culturales.
Siendo su inquietud central, la protección de las minorías, la preservación de la identidad étnico-cultural de estos grupos, frente a la presión que ejercen las mayorías de su entorno. Haciendo, así, frente a grupos minoritarios, que exigen el reconocimiento de su identidad y la acomodación de sus diferencias culturales.
Por una parte
plantea los diferentes tipos de minorías que existen; en primer lugar aquellas
minorías que subsistían en un estado y que uno mayor las ha absorbido; y por
otra parte un segundo grupo de minorías que se habrían formado posteriormente
por los inmigrantes.
Al primer grupo
le llama “minoría nacional” y al segundo “grupo étnico”. Nuestro autor, afirma
que estos grupos aspiran a ser reconocidos como ciudadanos y que se les
reconozca sus derechos como grupo. En ningún caso pretenden aislarse de la
sociedad en la que viven.
Explica que
existen tres tipos de derechos específicos según la pertenencia de grupo:
derechos de autogobierno; derechos poliétnicos y derechos especiales de
representación. Siendo los derechos de autogobierno el caso más extremo de los
tres. Los otros dos,
pretenden la
integración de los diferentes grupos en el conjunto de la sociedad. Sin embargo
explica que es más necesario acabar con las discriminación, que plantear la
necesidad de establecer medidas antidiscriminatorias. Siendo éstas, las pautas
y directrices que deberían seguir los estados que creyeran en los postulados
que Kymlicka plantea.
Para Kymlicka,
cualquier grupo minoritario es capaz de hacer dos tipos de reivindicaciones,
aquellas que les van a permitir conseguir derechos sobre el grupo mayoritario
que les oprime y que no les deja llevar a cabo sus diferencias. O en un segundo
grupo de reivindicaciones, aquellas que los grupos pretenden conseguir para
poder imponer determinadas acciones con respecto a su minoría.
Este segundo
grupo de derechos son los que consideran, nuestro autor, como antiliberales,
puesto que el grupo de pertenencia está imponiendo al individuo aquello que
debe pensar o que acción debe tomar, no permitiendo al individuo elegir.
El primer grupo
son considerados por él protecciones externas y el segundo grupo restricciones
internas.
Además de distinguir
entre los diferentes tipos de reivindicaciones, que pueden plantear las
diferentes cultural, Kymlicka da un paso adelante e intenta categorizar los
diferentes tipos de culturas. Según su punto de vista existen dos subtipos
culturales, diferentes entre sí. Por una parte, estaría lo que él denomina
culturas societales, que han “sufrido” en su interior un proceso de
modernización que les ha permitido articular de una forma más completa un nexo
que comprendería instituciones económicas, políticas, religiosas, etc.
Defendiendo la integración a una cultura común, que, como hemos visto, denomina
societal culture, y que según los derechos de cada grupo cultural han de ser
consecuentes con los principios liberales Ello implica que las identidades
deben ser reconocidas, acomodadas y dotadas de representación. Es decir, ser integradas
dentro de una cultura societal. Por esta cultura común o cultura societale,
entiende el fomento y logro de un lenguaje común, educación igual, política compartida
y participación sin restricciones, en lo básico. Todo ello con el objetivo de
una cohesión social. El conjunto de esta cultura societal, no étnica, es la
base del estado democrático liberal, según nuestro filósofo.
Por otra parte
nos encontraríamos con el resto de culturas, que según deja entrever Kymlicka, no
han sido modernizadas, y por ello tienen más peligro de entrar en decadencia o
ser absorbidas, puesto que no están tan institucionalizadas.
Kymlicka trata en todo momento de dejar claro que los
derechos de las minorías deben ser establecidos en función a la doctrina
liberal, y que ésta debe garantizar a los ciudadanos, que dispongan de los
instrumentos necesarios para poder juzgar de forma racional las diferentes
culturas societales y que no sólo se les de el marco legal y los derechos para
que puedan hacerlo, sino que también dispongan de los medios físicos necesarios
para que se produzcan los juicios adecuados y poner especial énfasis en la
educación.
Pero, nuestro
autor afirma, que a pesar de que el estado liberal proporcione todos los
mecanismos necesarios, los sujetos se muestran reacios a abandonar su cultura o
que ésta se vea modificada, y que los valores de libertad e igualdad que más
valoran los individuos de un estado-nación determinado son aquellos en los cuales
se están desarrollando como ciudadanos, y serían capaces de ceder en una parte
de su libertad para que estos valores no cambiaran.
Es por ello que
Kymlicka plantea dos tipos de cuestiones que se podían llevar a cabo; por una
parte se trataría de abrir las fronteras para que “la propia comunidad nacional
fuera invadida por colonos de otras culturas” o que se disminuyera la movilidad
por parte de las personas. Él afirma que la mayor parte de la gente se
posicionaría en la segunda opción, por lo que sería necesario decir que pasa
con todas aquellas culturas que no respetan los dictados liberales. La posición
de Kymlicka es bastante clara, además no se refiera únicamente a las minorías
que viven en un determinado estado nación, sino que también hace alusión a
aquellas culturas que forman parte de un país extranjero y son culturas
dominantes.
En el libro,
cuando se refiere a ellas, afirma que los estados liberales occidentales tienen
derecho a intervenir en dichos territorios para que los derechos humanos de las
personas sean salvaguardados. En esa intervención queda implícita la
modificación de la sociedad para convertirla en un estado liberal.
Kymlicka afirma que el conflicto que plantean las medidas de protección necesarias para el respeto a las minorías no se establece entre el respeto por la persona y el respeto por el grupo, si fuera así, sería irresoluble en el marco del liberalismo político, sino que se establece entre el respeto por el individuo, en tanto miembro de una comunidad política, y otro respeto por el individuo diferente, en tanto miembro de una comunidad cultural.
Por otra parte, no considera necesario, que para representar los derechos de las minorías, los representantes sean del mismo colectivo, es decir, que las mujeres sean las que representen a las mujeres, o el colectivo negro sea representado por un negro, etc.
Kymlicka afirma que el conflicto que plantean las medidas de protección necesarias para el respeto a las minorías no se establece entre el respeto por la persona y el respeto por el grupo, si fuera así, sería irresoluble en el marco del liberalismo político, sino que se establece entre el respeto por el individuo, en tanto miembro de una comunidad política, y otro respeto por el individuo diferente, en tanto miembro de una comunidad cultural.
Por otra parte, no considera necesario, que para representar los derechos de las minorías, los representantes sean del mismo colectivo, es decir, que las mujeres sean las que representen a las mujeres, o el colectivo negro sea representado por un negro, etc.
Porque si fuera
de la otra forma, la democracia representativa perdería toda la legitimidad, puesto
que es difícil que en una democracia se puedan condensar todos los intereses diferentes,
independientemente del grupo y de la naturaleza que sea. Y que en el caso en el
que los diferentes grupos excluidos de la política deseen participación en el
parlamento deberían tener el número necesario de escaños para obtener así un
mínimo de respeto por parte del resto de parlamentarios, dado que si se
establece un pequeño número de representantes, es posible que no se les tenga
en cuenta en la vida parlamentaria, ya sea en los debates parlamentarios como en
las votaciones.
Tan importante como reconocer estos derechos es, para Kymlicka, señalar sus límites. Una vía para darle salida a los planteamientos en torno a la ciudadanía, estarían enmarcadas en una cultura política; una identidad cívica que se comparte a través de un discurso que pone en juego los símbolos, aspiraciones y procedimientos legítimos de organización que constituye la tradición.
Tan importante como reconocer estos derechos es, para Kymlicka, señalar sus límites. Una vía para darle salida a los planteamientos en torno a la ciudadanía, estarían enmarcadas en una cultura política; una identidad cívica que se comparte a través de un discurso que pone en juego los símbolos, aspiraciones y procedimientos legítimos de organización que constituye la tradición.
El
liberalismo
Después de la
Segunda Guerra Mundial, tenían que abordarse los derechos de las minorías forma
diferente.
Eran muchos los liberales
que creían que hacer hincapié en los Derechos Humanos resolvería los conflictos
de las minorías. Es decir, las minorías culturales se verían protegidas
indirectamente, garantizando los derechos civiles y políticos básicos a todos
los individuos, independientemente de su filiación o grupo de pertenencia.
Estos derechos, si bien se atribuyen a los individuos, se caracterizan por
ejercerse en comunidad con otros individuos; por lo que pueda afirmarse que
protegen la vida del grupo.
Los liberales
dieron por supuesto que, allá donde se protegieran dichos derechos
individuales, no era necesario atribuir derechos adicionales a los miembros de
minorías étnicas o nacionales específicas. Es por ello, que las Naciones Unidas
eliminaron toda
referencia a los
derechos de las minorías étnicas y nacionales en la Declaración Universal de
los Derechos Humanos. Esto fue evidente para muchos liberales debido a que se
lo vio como una extensión natural de los derechos que protegían a las minorías
religiosas. Así la identidad étnica, como la religión , es algo perteneciente a
la esfera privada, que no concierne al Estado.
Aún en los casos
de propugnar políticas activas, como las de acción positiva, los liberales
siempre consideraron la necesidad de éstas en forma transitoria. “Lo que se
pretende es remediar años de discriminación y, por lo tanto, acercarse al tipo
de sociedad que habría existido si hubiéramos observado la separación de Estado
y etnicidad desde el principio”. Así lejos de abandonar el ideal de la
separación del Estado y la etnicidad, la acción positiva es un método para
lograr ese ideal.
Sin embargo, a
la vista está, que los derechos de las minorías no pueden subsumirse bajo la
categoría de derechos humanos. Las pautas y procedimientos tradicionales
vinculados a estos son incapaces de resolver importantes y controvertidas
cuestiones relativas a las minorías culturales como las de la lengua oficial o
la autonomía política.
Kymlicka, que
escribe desde el liberalismo, parte de una teoría liberal del Estado, pero a la
vez aboga por la identidad cultural de los grupos sociales o de los pueblos.
Es preciso aclarar
que el liberalismo que Kymlicka defiende no es el que hoy se identifica con el
neoliberalismo económico. Cuando a lo largo de la obra se habla de
"principios liberales", en muchas ocasiones ese término equivale a
defender los derechos civiles individuales, que fueron reclamados por el
liberalismo, y que hoy están recogidos en la mayoría de las constituciones
occidentales. Este liberalismo insiste en que la base de las sociedades
democráticas modernas es el respeto a todas las personas consideradas como
libres e iguales. Hasta ahora muchos liberales han visto en esto una oposición
o una incompatibilidad. Sin embargo, Kymlicka sostiene que "una teoría
liberal de los derechos de las minorías debe explicar cómo coexisten los
derechos de las minorías con los derechos humanos, y también cómo los derechos
de las minorías están limitados por los principios de libertad individual,
democracia y justicia social.
Nuestro autor, distingue
entre Estados "multinacionales", aquí la diversidad cultural surge de
la incorporación a un Estado mayor de culturas que anteriormente poseían
autogobierno y estaban concentradas en un territorio, y Estados
"poliétnicos", cuya diversidad cultural surge de la inmigración. A
partir de esta distinción, explica la distinta situación de "minorías
nacionales", en Estados multinacionales, y de "grupos étnicos"
en Estados poliétnicos.
Las primeras se
caracterizan por ser grupos culturales preexistentes en un territorio concreto,
y que son invadidos contra su voluntad, o pasan a formar parte de otra nación
con otra cultura mayoritaria, como consecuencia también de un proceso de
federalismo o por distintos acuerdos.
En la segunda,
la de la inmigración, un individuo o un grupo familiar deciden libremente
trasladarse a un país de cultura diferente. Luego la reclamación de sus
derechos culturales es diversa a la del primer caso. Los inmigrantes no tienen
derecho a exigir el autogobierno, pero sí a obtener un respeto institucional y
legal a la expresión de su propia identidad.
Ciudadanía diferenciada
Algunos
liberales han mantenido que así como el Estado liberal mantiene la separación
entre Estado y religión, del mismo modo debe construirse sin distinguir entre
sus ciudadanos por razón de su pertenencia a un determinado grupo cultural. El
ciudadano liberal sólo reflejaría su pertenencia cultural en su vida privada.
Esto,
dirá Kymlicka, es una utopía. Pues, además de los derechos comunes de todos los
ciudadanos, es necesario defender la necesidad de una ciudadanía diferenciada, donde
el Estado tiene la obligación de adoptar "medidas específicas" en
caminadas a acomodar las diferencias nacionales y étnicas.
En
función a la pertenencia a un grupo, existen, al menos, tres formas de derechos,
que son los derechos de autogobierno (la delegación de poderes a las minorías
nacionales, a menudo a través de algún tipo de federalismo); los derechos
poliétnicos (apoyo financiero y protección legal para determinadas prácticas
asociadas con determinados grupos étnicos o religiosos) y los derechos
especiales de representación (escaños garantizados para grupos étnicos o
nacionales en el seno de instituciones centrales del Estado que los engloba).
Ya
que las teorías tradicionales de los derechos humanos no han dado una solución
a esta cuestión. Ni tampoco, la propia Declaración Universal de los Derechos
Humanos de la ONU reconoció ningún derecho relacionado con los grupos étnicos o
las minorías nacionales. Lo que Kymplicka reclama está muy claro. Y es que a los
grupos nacionales o grupos con una etnicidad específica se les debe reconocer
una identidad política permanente con un estatus constitucional.
Libertad y cultura
Según
Kymlicka, la cultura no es un añadido a los derechos individuales de la
persona, sino que está intrínsecamente unida a la libertad del individuo. De lo
contrario, sería más cómodo y muchas veces más barato homogeneizar. Por lo
tanto, hay que garantizar la identidad cultural dentro del marco del
liberalismo. "Los principios básicos del liberalismo son principios de
libertad individual. Los liberales únicamente pueden aprobar los derechos de
las minorías en la medida en que éstos sean consistentes con el respeto a la
libertad o autonomía de los individuos".
Kymlicka
demuestra que los derechos de las minorías son compatibles con la libertad
individual, e incluso pueden promoverla, ya que la causa de la libertad muchas
veces encuentra sus bases en la autonomía de un grupo nacional. Así que promover
la separación entre Estado y cultura, es un completo absurdo. Hoy más que
nunca, es preciso que las sociedades liberales respondan a cuestiones
relacionadas con las minorías culturales. Cuestiones, entre las que Kymlicka
señala: "¿Qué lenguas deberían aceptarse en los Parlamentos, burocracias y
tribunales?, ¿se deberían dedicar fondos públicos para escolarizar en su lengua
materna a todos los grupos étnicos o nacionales?, ¿se deberían trazar fronteras
internas (distritos legislativos, provincias, Estados) tendentes a lograr que
las minorías culturales formen una mayoría dentro de una región local?,
¿debería devolver poderes gubernamentales el nivel central a niveles locales o
regionales controlados por minorías concretas, especialmente en temas
culturalmente delicados como la inmigración, las comunicaciones y la
educación?, ¿deberían distribuirse los organismos políticos de acuerdo con un
principio de proporcionalidad nacional o étnica?, ¿se deberían conservar y
proteger las zonas y lugares de origen tradicionales de los pueblos indígenas
para su exclusivo beneficio, protegiéndoles de la usurpación de los colonos o
de los explotadores de recursos?, ¿qué grado de integración cultural puede
exigirse de los inmigrantes y los refugiados antes de que adquieran la
ciudadanía?" .
Para
aclarar, el temor de muchos liberales respecto a que los derechos colectivos
reivindicados por los grupos étnicos y nacionales vayan en contra de los
derechos individuales, Kymlicka distingue entre dos tipos de reivindicaciones
que un grupo podría hacer.
Por
una parte, un grupo puede reivindicar el derecho a limitar la libertad de sus
propios miembros para asegurar la solidaridad del grupo o evitar que abandonen
las costumbres tradicionales (son "restricciones internas"); o bien
puede pretender limitar el poder ejercido sobre él por la sociedad en la que
está englobado, con el fin de asegurar que los recursos y las instituciones de
las que depende la minoría no sean vulnerables a las decisiones de la mayoría
("protecciones externas").
Resumiendo
y en palabras de Kymlicka, "una perspectiva liberal exige libertad dentro
del grupo minoritario, e igualdad entre los grupos minoritarios y
mayoritarios".
Tolerancia
Como hemos visto
Kymlicke intenta acomodar las diferencias étnicas y nacionales e una manera estable
y moralmente defendible. Para ello, plantea la necesidad de los derechos
diferenciados y la coexistencia.
No obstante,
acepta que la tolerancia tiene unos límites y las democracias liberales no
pueden acomodar todas las formas de diversidad cultural. Tal y como podemos ver
en su obra “La ciudadanía multicultural, en la que dedica un capítulo a los límites de la
tolerancia. Desde su defensa del liberalismo como filosofía y práctica política
de libertades, Kymlicka parte de que “los principios liberales imponen dos
limitaciones a los derechos de las minorías.
Piensa que tanto
los Estados extranjeros como las minorías nacionales constituyen comunidades
políticas distintas, con sus propios derechos al autogobierno. En ambos casos
los intentos de imponer los principios liberales por la fuerza se perciben como
una forma de agresión y acaban en un completo fracaso. Aunque esto tampoco
justifica el conformismo.
En una sociedad
liberal se puede exigir, a los que se integran desde fuera, que asuman la
obligación de cumplir con los derechos civiles. En el caso de las minorías con autonomía,
si bien no se debe interferir coactivamente, sí se puede tratar de dialogar y
utilizar caminos racionales. Si se trata de otros países, sólo será posible
influir a través de mecanismos internacionales, pero esto nunca justifica la
intervención.
En
realidad, lo que viene a decir Kymlicka, es que ningún grupo cultural tiene
derecho a violar los derechos de los individuos por conservar su propia cultura.
Para un liberal, derechos concretos y cruciales serían, por ejemplo, la
libertad religiosa y la igualdad de hombre y mujer.
Kymlicka
analiza muy bien la situación americana, sobre todo de los países receptores de
inmigración. Mantiene una actitud muy respetuosa con la voluntad de los
integrantes de los grupos culturales, y afirma con prudencia, que cada caso
merece un tratamiento diferente. Insistiendo en la diferente actitud de los
grupos nacionales, que suelen reclamar su autogobierno, y la de los
inmigrantes, que persiguen la integración dentro del marco legal del país de
acogida, que no es ningún obstáculo para que quieran además también mantener su
identidad cultural. Sin propugnar un sincretismo, tal y como lo están haciendo
muchos liberales en Estados Unidos.
NOTA FINAL
Kymlicka intenta
demostrar que la teoría política liberal no debe defender sólo los derechos de
los individuos, sino también los derechos de los diferentes grupos culturales.
Esto es lo realmente novedoso de su obra.
La democracia
moderna, aparte de depender de la justicia como estructura básica, también
dependen de las cualidades y actitudes de sus ciudadanos. Cualidades y
actitudes como su sentimiento de identidad y su percepción de las formas
potencialmente conflictivas de identidad nacional, regional, étnica o
religiosa; su capacidad de tolerar y trabajar conjuntamente con individuos
diferentes; su deseo de participar en el proceso político con el propósito de
promover el bien público y sostener autoridades controlables; su disposición a
autolimitarse y ejercer la responsabilidad personal en sus reclamos económicos,
así como en las decisiones que afectan su salud y el medio ambiente.
Si faltan
ciudadanos que posean estas cualidades, las democracias se vuelven difíciles de
gobernar y altamente inestables.
Kymlicka
defiende que los estados-nación liberales tienen una especie de obligación
moral, que les obliga a exportar el liberalismo a todos los ligares donde
todavía no ha llegado. Esto justifica que en muchas ocasiones unos Estados
creen un conflicto internacional con el fin de garantizar los derechos humanos.
No obstante, los estados no son siempre tan benefactores como a Kymlicka le
gustaría. De serlos, ejercerían de justiciero a cualquier hora del día, y al
parecer, lo que realmente les interesa a los estados-nación como a los
individuos egoístas-racionales que propone la doctrina económica, es maximizar
sus intereses y conseguir la mejor productividad de los recursos escasos. Así
que un régimen no liberal es bueno cuando favorece a los interesas de la nación,
y es malo y se debe intervenir si puedo conseguir algo con ello. En la
actualidad, existe una gran cantidad de conflictos en estados no liberales
donde no se respetan los derechos humanos, y las organizaciones internacionales
siguen mirando hacia otro lado.
Kymlicka,
realiza en su obra “Ciudadanía multicultural” un análisis muy riguroso de la
integración de las minorías culturales en sociedades con una cultura
mayoritaria dominante. Siendo su exposición pedagógica y clara.
Con
independencia de que se compartan o no algunas de sus opiniones, buena parte
del libro se nutre de datos históricos documentados que contribuyen a aumentar
los conocimientos de cualquier persona.
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