domingo, 4 de diciembre de 2016

Nietzsche - La vida como obra de arte


INTRODUCCIÓN
Nietzsche no sólo escribe sobre el arte, sino que su empeño radica en configurar su obra filosófica, más aún su propia vida, a la manera de una obra de arte. Sus obras son fruto de la unión entre estética y filosofía. Que parten desde el sentido de “arte para conocer el mundo”; desde el arte vitalista (Lebenskunst). Este carácter tan personal, esta dirección vitalista, tiene su base en la definición de arte como creación (Schaffen). El arte como creación en Nietzsche será entendido desde el sentido creativo de una voluntad individual (Einzelwille).
Estamos ante un pensador de la filosofía de la vida. Su filosofía se realiza por caminos muy cercanos a los de la creación. No acepta el mundo serio, silencioso, gris, lleno de ataduras y auto prohibiciones,  tal como lo hicieron los moralistas y religiosos. Y es, precisamente, a partir de esta negativa, cuando rescata, a través de la mitología griega, la base para la concepción de una estética de la fuerza, que es, ni más ni menos, la afirmación de la vida.
Para Nietzsche lo propio de la tragedia, es su capacidad de exponer  lo terrible, lo problemático del mundo, sin por ello quitarnos las ganas de vivir. Dándonos perfecta cuenta de toda la dureza de la vida, de su drama y de su sinsentido, pero también de su alegría y de su gozo, de modo que el sentimiento es que la vida, pese a todo, es algo que merece la pena.
Nietzsche acuña el termino Dionisíaco (relativo al dios griego de la ebriedad) a la capacidad de dejarse llevar por el instinto y gozar de todo lo terrible de la existencia. Lo dionisíaco es lo vital, lo irracional, lo desmesurado. También es lo cruel y lo imperfecto.
Frente a esto, Nietzsche describe también lo apolíneo como lo racional, lo mesurado, lo reflexivo. Así como lo formal y lo perfecto. En este sentido, cree descubrir la existencia de dos fuerzas que se repelen, pero que no pueden existir la una sin la otra. Su lucha, su discordia es también cierta concordia. En este contexto, señala que lo apolíneo y lo dionisíaco son dos instintos estéticos.
Apolo simboliza el instinto figurativo. El dios de la claridad, de la luz, de la medida, de la forma y de disposición bella.
Dionisos es, en cambio, el dios de lo caótico y desmesurado, de lo informe, del oleaje hirviente de la vida, del frenesí sexual. El dios de la noche, el dios de la música seductora y excitante, que desata pasiones.
El pensamiento trágico de Nietzsche muestra, ni más ni menos, la afirmación de la vida y de la muerte.
A lo largo de este ensayo veremos. Como Nietzsche toma un camino para que la vida pueda afirmarse como una obra de arte. Una obra vitalista (Lebenskunst). Una continúa renovación. O, por qué no, una obra que nunca damos por terminada.
Su metáfora de las tres transformaciones (león, camello, niño), no es otra cosa que el devolver al hombre su original creatividad inocente. Creatividad propia del niño y del hombre superior. Del hombre ideal, que, en un principio, para Nietzsche no es otro que el hombre griego anterior a Sócrates. Que representa la afirmación del instinto, del cuerpo, de la carnalidad, de la sensualidad, de la diversión, es decir, la vida en sí tomada como un juego.
Como juego, y no como renuncia o sacrificio. Presentando un nuevo comienzo. El comienzo del hombre superior. Con una nueva moral que surgirá de la transmutación generalizada de todos los valores actuales. Una transformación de los valores éticos y estéticos (Umwertung aller Werte). No olvidemos, que el arte es siempre una propuesta de valores.
Finalmente, nos encontraremos con, “la embriaguez de la voluntad”, que no es otra que la embriaguez de una voluntad sobrecargada y henchida. Todo lo que es, ha de ser pensado desde la perspectiva de la voluntad de poder. Es un querer. Un querer ser. Es “Die Lust zum Schaffen”, o lo que es lo mismo, el deseo superador y creador, que es la base de la “voluntad de poder”, entendida como creatividad. 

LA VIDA COMO LEBENSKUNST
Nietzsche no es dualista como sus predecesores. Lo apolíneo y lo dionisiaco no se contraponen, sino que son momentos complementarios que se suceden en el proceso artístico y trágico de la vida. Nietzsche supera el dualismo recurriendo a Heráclito para el que la vida es siempre tensión irreconciliable entre contrarios. En la vida y en la Naturaleza todo es cambio, y lo apolíneo y lo dionisiaco se alimentan entre sí.
Nietzsche propone la vida como juego y como arte.
Afirma que el arte es la actividad fundamental de la vida, poniendo la estética en el centro de su filosofía. Nos propone una nueva posición: “ver la ciencia con la óptica del artista, y el arte, con la de la vida” [1]. Pero, ¿qué nueva significación otorga Nietzsche a la vida y al arte?
El sentido estético de la existencia, en “El nacimiento de la tragedia”, tiene como centro problemático la nueva concepción filosófica que se observa en el término “Vida. Término como designación de nuestra existencia en el mundo, a partir de su carácter de apariencia. Pero el carácter del mundo como apariencia es un aparecer basado  "en el arte, en el engaño, en la óptica, en la necesidad de lo perspectivístico y el error." [2]
Nietzsche piensa la vida como una manifestación que se expresa a través del simbolismo de lo dionisíaco, en la unidad profunda del nacer y el perecer, en constante devenir, eternamente cambiante y sufriente, "que tanto en  el construir como en destruir, en el bien como en el mal, lo que quiere es darse cuenta de su placer y su soberanía idénticos" [3].  En esta concepción resalta la afirmación nietzscheana del mundo. Patentizando una metafísica de artista, que está interesada en aceptar su totalidad, sin ninguna restricción, el carácter soberano, problemático y placentero de la existencia, a través del ritual dionisíaco que desemboca en el arte trágico del teatro.
Ahora bien, ¿Qué papel ocupa el Arte en la manifestación de la Vida? ¿Cómo se comprende la máxima parcial que dice: "ver el arte con la óptica de la vida"? Por una parte, la vida misma es directamente arte, si reconocemos la composición y variedad con que se presenta la experiencia humana; estamos vitalmente en un juego de valoraciones e interpretaciones, de acuerdo a lo que la vida misma nos pide y en función de necesidades fisiológicas. Incluso el impulso hacia la verdad y la moral, vienen a ser desveladas por Nietzsche como formas particulares de esa necesidad ilusoria de óptica [4].
Pero, en tanto, la visión propuesta de ese fenómeno a interpretar, no sólo atañe al hombre, sino a todas las cosas. 
El ser es ahora, la fiesta de las criaturas y las cosas que obran con sus sentidos, para generar ilusiones necesarias en el juego de vivir y trascender [5]; el ser es un fenómeno de superficie, que viene a equivaler para Nietzsche, a la vida: “Alma, aliento y existencia, equiparados a ser. Lo viviente es el ser: ya no hay ningún otro ser”[6].
Lo profundo puede comprenderse y vivirse ahora sólo como una manifestación de diversos impulsos, y todas las experiencias humanas son interpretaciones que, naciendo del ser, o de la vida, se dirigen a ellos, por medio del trabajo del cuerpo, en su sensibilidad y pensamiento entrelazados [7].
El arte, en tanto es juego, mímesis y punto de vista, se desprende de la misma naturaleza del ser, o de la vida, para revelar algo de ellos. El arte es una diáspora que revela y exalta a la vida, ya no para descubrir un fondo, una cosa en sí del mundo, sino para potenciar con novedosas significaciones ese misterio de la vida.
El artista crea apariencias, transforma con la imaginación aquella existencia que le ha sido otorgada, reuniendo en un amplio y unitario movimiento, tanto el vivir como el retrotraer esa vida a su representación.
El arte es apariencia de la apariencia, desdoblamiento del ser que se recrea y afirma en el acto de desdoblarse.
La estética nietzscheana es una nueva apertura al ser, es la vida comprendida, o mejor, configurada metafísicamente, a través del juego infinito de las formas. Pues, inicia para el hombre actual una nueva forma de sentir y pensar el todo del universo. Pero también una vuelta a la tradición.
La relación entre vida y arte es un estímulo permanente y recíproco a través del cual se revela el sentido mismo de la existencia, como un sentido digno de vivirse y de pensarse.

LAS TRES TRANSFORMACION
En “Así habló Zaratustra” Nietzsche hace referencia a tres transformaciones del espíritu: “cómo el espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño”. [8]
Representando
el camello, el momento de la humanidad que comienza en el platonismo y que llega hasta finales de la modernidad. Su característica básica es la humildad, el sometimiento, el saber soportar con paciencia las cargas pesadas. La carga de la moral del resentimiento hacia la vida.
El león, por su parte, representa a toda la cultura y estilo vital occidental. Al hombre como crítico, como nihilista activo, que destruye los valores establecidos.
Y, por último el niño, que representa al hombre que sabe de la inocencia del devenir, que inventa valores, que toma la vida como juego, como afirmación. Que es el sí radical al mundo dionisíaco.
El niño simboliza la pureza e inocencia de la infancia, desde la que se recrea la nueva tabla de valores. El niño es el nuevo comienzo, un juego de creación, un santo decir sí. “Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo”. [9]
Se supone que este hombre-niño, es el último hombre tendido desde el animal hasta llegar al hombre superior (Übermensch). Este último hombre es la consecuencia del nihilismo no superado o no dominado. No obstante, el hombre es algo que tiene que ser superado [10], como una tarea.
Pero pasará mucho tiempo, dice Nietzsche, para superar esta sensación de aterrador vacío, cien años hasta el advenimiento de aquellos espíritus libres que tanto anuncia al inicio de “Humano demasiado humano” [11], que ya no son los hombres platónicos de el famoso “Mito de la caverna”, sino seres con capacidad de crear. Inocentes, no resentidos, que se asombran y disfrutan. Que han superado el ámbito del deber y vuelven a una total afirmación de la vida, de la moral del yo puedo.
La esencia originaria y auténtica de la libertad como proyección de nuevos valores y de nuevos mundos de valores es aludida con la metáfora del juego. La trasformación es una metamorfosis de la libertad finita, su rescate de la auto alienación, y la libre aparición de su carácter de juego.
La naturaleza de la libertad positiva es juego.
La muerte de Dios revela el carácter de aventura y de juego de la existencia humana. La creatividad del hombre es juego. Nietzsche acentúa fuertemente la propiedad humana de crear valores para humanizar y dar sentido a las cosas. [12]
El arte como dimensión real antropológica, implica, básicamente, espontaneidad, sentimiento, y creatividad, que se hace a sí mismo creando cultura. Realizando su propia vida, abriendo camino. “Inocencia y olvido es el niño”, un comenzar de nuevo, un juego, una rueda que gira por sí misma, un primer movimiento.
En el juego no hay ausencia de leyes. Cuando el niño se entrega a este juego crea previamente sus leyes, sólo que éstas no conocen otra estimación que no sea la propia interior. Lo mismo que sucede con el artista, que crea normas para sí mismo sin obedecer a teorías de valores, ajenas a las del juego mismo.
El arte como el juego, es el ideal del hombre sobrecargado de fuerzas; el proceso creativo es como el juego del niño, manifestación de candidez, entrega, plenitud y olvido. Es amoral porque ninguna ley oprime su propia energía.
El camino del “Übermensch”, consiste en volver a ser como niños, en desaprender todas las actitudes con las que cargamos.
El niño es la figura del “Übermensch”: inocente, desconocedor de la culpa y del pecado, activo jugador que explora el mundo y sus propias facultades sin ningún temor.
Como un artista libre, mira al mundo desde la óptica del juego, no admite ninguna regla que no venga de sí mismo. También es olvido, porque el rencor es para Nietzsche algo característico del creyente, que descargar todo su odio en un castigo eterno, el infierno. Lejos de estas actitudes, el niño no tiene tiempo para el rencor, ni siquiera puede pararse a perdonar las ofensas, porque olvida rápidamente lo que no merece la pena. Los gusanos del rencor no anidan en el cuerpo vivo del niño, sino en el muerto de quien está presa de la manía de los trasmundos.   
Equiparando la creación del Übermensch con el acto de creación del artista, aquel es el creador del nuevo sentido del mundo y su obra se puede leer desde las características que Nietzsche atribuye al artista. Al fin y al cabo, el Übermensch es el artista que conforma ese camino distinto para la humanidad. Es por este motivo, que la estética para Nietzsche está siempre atravesada inmediatamente por la existencia del hombre, otorgando al arte, nada menos, que la tarea de ser el gran estimulante de la vida. Ya en “El nacimiento de la tragedia”, nos topamos con una afirmación radical sobre este tema cuando el filósofo afirma, que “sólo como fenómeno estético está justificada la existencia del mundo” [13]

LA TRANSMUTACIÓN DE VALORES 
La transmutación de todos los valores es un momento necesario para el final de la moral tradicional, la moral de esclavos.
El problema de los valores morales y de su procedencia es, para Nietzsche, un problema de primer rango, pues, ello condiciona la actitud y las formas de sentir del hombre [14].
Para Nietzsche la transmutación de los valores (Umwertung aller Werte), Inversión de los valores o subversión de los valores, es la sustitución de unos valores por otros: los inventados, estéticos y vitales, por los nacidos del resentimiento contra la vida.
Invertir los valores no es transvaluar, sino que consiste en una mirada a la realidad desde una perspectiva nueva. Los valores son históricos, están transidos de temporalidad, y el cambio que la temporalidad realiza sobre los valores causa una realidad distinta.
Nietzsche quiere señalar que solo tenemos un mundo. Lo que tiene valor en una sociedad, no tiene valor en otra [15]. La verdadera transvaluación se da cuando surge un nuevo modo de pensamiento.
El arte crea valores, pero esta creación no es trascendente, sino inmanente. Así, cada sociedad producirá sus valores y se atendrá a las consecuencias de los valores que ha producido.
Nietzsche no propone vivir sin valores, pues incluso llega a considerar que esto es imposible, sino que más bien propone invertir la tabla de valores: superar la moral occidental, moral de renuncia y resentimiento hacia la vida, mediante una nueva tabla en la que estén situados los valores que supongan un sí radical a la vida.
La transmutación de los valores es la superación de la moral de esclavos, para recuperar de nuevo la moral aristócrata, que permite el triunfo del código moral del hombre superior. Es así como mmuere el “tú debes” y nace el “yo quiero” [16].
¡Hay muchas casas que construir todavía! [17], dice Nietzsche.
Y es el tercer momento, en manos del artista, en donde la voluntad de crear lo impulsa a esculpir, sobre piedra, valores nuevos, más fuertes, donde este hombre-artista escribe su propia tabla de valores. Un nuevo modo de interpretar la realidad y de convivir con el mundo. Los antiguos valores morales, la verdad y el concepto dogmático, son suplantados por nuevos valores estéticos, reflejados en la metáfora y el devenir, valores ya no instaurados por la autocomplaciente razón, sino derivados de la experiencia dionisíaca. Es el espíritu libre, que como un artista, impone su gusto a las opiniones vulgares.
Transvalorar es cambiar la jerarquía de los valores, un crear de nuevas experiencias. La transmutación de lo valores, implica una renovación, un cambio de la "vulnerabilidad" a la "fortaleza".
Es dejar de lado al hombre para ser el hombre superior.  Aquel que es fuerte, arriesgado, cruel, orgulloso, y ama lo ajeno. El “Übermensch”, creador de valores, es el defensor de una moral de nobles, de una moral aristocrática, que reivindica la vitalidad de los mejores, de los que no se humillan, de los mejor preparados, de la élite natural.
Es una moral que se opone a la moral de esclavos del cristianismo basada en la compasión, en la resignación, en el sufrimiento. En cualquier caso es una moral abierta, cambiante, sometida, como la realidad, como la vida misma el eterno retorno, al movimiento, a la intensidad del momento, a la plenitud del instante.
Es esencial comprender, que hablar del “Übermensch”, es hablar de una reivindicación de la vida, de la potencia y de la pasión del ser humano. Ni más ni menos.
Esta nueva moral que nos propone Nietzsche está basada en este deseo apasionado de vivir, apoyada en la exaltación por la vida sin traba alguna. La vida tiene valor por sí y no hay que buscarle otra explicación.
La nueva moral se traducirá en la exaltación de las fuerzas primarias de la vida (lo dionisiaco): hay que valorar la moral de los señores frente a la moral de los esclavos. Valorar esta moral, frente a la resignación y la humildad, la fuerza, el poder, la pasión, el placer. Esto es lo que piden los instintos, y en estos instintos se debe basar la moral.
La transvaloración sólo se entiende bajo el marco del eterno retorno, pues sin él no hay posibilidad de ética. Es en el Eterno Retorno, donde se deja ver qué es el hombre y cómo tiene que guiarse. Creando valores, Creando mundo.
Pero no un mundo cualquiera, sino un mundo que se pueda desear vivirlo infinitas veces.
No cabe duda, que estamos ante un proceso destructivo y creativo.



VOLUNTAD DE PODER
Hablar de voluntad de poder, es hablar de la creadora de valores, la constructora de teorías, de ficciones, de obras de arte. Y es en el arte, y más concretamente en el artista, donde será posible reconocer el carácter más profundo de lo que es [18].
Ciencia, arte, moral, son productos de la voluntad de poder, en cuanto que, a través de ellos, las fuerzas que constituyen a cada hombre se desarrollan, crecen y sobre todo se superan a sí mismas.
La voluntad de poder no es ni buena ni mala, está más allá del bien y del mal, pues, no es ella el valor, sino el sujeto que valora. Es la voluntad de poder la que da sentido, valor y justificación a todas las cosas. Todas las creaciones humanas han nacido de la voluntad de poder.
La voluntad de poder, es sinónimo de la voluntad de ser más, de vivir más, de superarse y de mostrar una fuerza siempre creciente. En definitiva se puede decir que es la voluntad de crear.
Nietzsche afirma, por boca de Zaratustra, que se ve impulsado a superarse constantemente a sí mismo [19]. Esto significa que más que una "facultad" humana, la voluntad de poder es todo el conjunto de fuerzas y pulsiones que apuntan hacia el poder.
Al ser la voluntad de poder esencialmente creadora, el arte se convierte en un importante “estimulante”, en un “excitante del querer”.
En el arte la voluntad de poder se afirma en relación con formas activas, con una vida activa, y no con fuerzas pasivas o reactivas que niegan la vida como sucede con un modo de vida ascético, centrado en la moral y la renuncia.
Según Nietzsche, la “Voluntad de Poder” es la característica fundamental de toda vida humana, y es el deseo más básico que todos los seres humanos poseemos. Por ello, afirma Nietzsche, que “todo lo que es, es en el fondo, en su fundamento, voluntad de poder y nada más”. [20]
La superación de uno mismo, se refiere a un proceso fundamentalmente interno y personal, pues, si se es señor se es señor de uno mismo, superando la servidumbre, la esclavitud, impuesta por los otros y concretada en la asimilación de sus valores; y si se es siervo, se es siervo de otro y de los valores impuestos por otro.
El ser, en tanto voluntad de poder, es un perpetuo devenir, una pluralidad de fuerzas siempre cambiantes, que ofrecen infinitas posibilidades de análisis e interpretación.
Como finalidad de la voluntad, se refiere a un autodominio, a la conquista de uno mismo, que era el objeto principal de la sabiduría antigua., que con Nietzsche se convierte nuevamente en la finalidad más importante de la filosofía, que es acceder a una voluntad libre, a una voluntad de poder afirmativa de la vida.
De tal manera, la cuestión del poder se refiere sobre todo a la cuestión de una autarquía resultante de una autonomía o de una servidumbre basada en la heteronomía, de tal modo se puede mandar, someter o dominar a otro sin dejar de ser esclavo de los valores establecidos, la única diferencia es la de ser un esclavo vencedor o un esclavo vencido.
Es a la luz de la crítica a la moral y la metafísica que el filósofo hallará la noción de voluntad de poder como creación artística [21].
“Es el arte y sólo el arte, el que hace posible la vida, que seduce la vida, que estimula la vida. El arte como única contra-fuerza superior a toda voluntad de negación de la vida, como lo anti-cristiano, lo anti-búdico, anti-nihilista por excelencia. El arte como la redención del cognoscente, -del hombre que percibe, quiere percibir, el carácter pavoroso y problemático de la existencia; del hombre trágicamente cognoscente. El arte como la redención del hombre que obra, -del hombre que no sólo percibe, sino vive, quiere vivir, el carácter pavoroso y problemático de la existencia; del hombre trágicamente militante, del héroe. El arte como la redención del hombre que sufre – como camino a estados donde se quiere, transfigura y diviniza el sufrimiento; donde el sufrimiento es una modalidad del gran éxtasis"


CONCLUSIÓN
A lo largo de este ensayo, hemos visto, como toda su filosofía, todo su pensamiento, lleva a cabo una revolución estética. Todos los conceptos que trabaja rompen con la filosofía tradicional. Nietzsche estaba convencido de la superioridad del arte sobre la filosofía, como también lo estaba, de que había que transformar la filosofía a través del modelo que representa el arte.
Con ello, no sólo se enfrentaba a toda la tradición filosófica, sino que al mismo tiempo liberaba al arte de  la dependencia de la filosofía, teniendo como resultado la unión del destino de la filosofía al arte. Y, realmente, nadie fue en esto tan lejos como Nietzsche.
Él vio desde el principio que la estética tenía que velar por lo natural y originario del hombre. Por los instintos. Llegando a ser, por tanto, un saber fundamental de los instintos, de la vida. De la conciliación del hombre con la naturaleza.
Por otra parte, sus máscaras, sus metamorfosis, su estilo aforístico y provocador, contribuyen a perfilar esa nueva estética, abierta a tantas posibles interpretaciones.
No obstante, la estética sólo puede considerarse desde el punto de vista del artista, es decir, el arte se contempla desde la perspectiva del artista, no desde la obra de arte. El artista, es el punto de partida y el punto de llegada.
Luego, el proyectar creativo es más importante que el producto creado. Por eso, “estética” en Nietzsche se refiere al artista como el creador que se expresa creando. Ahora bien, si todas las actividades creadoras del hombre caen bajo el concepto de arte, la idea de arte tiene un sentido universal y omniabarcante.
Lo que Nietzsche trata de llevar a cabo, como tarea crítica, es la desconstrucción de la “estética idealista”, el desmantelamiento de la idea de una obra de arte pura, sin finalidad. Es por eso, por lo que en la estética de Nietzsche el problema fundamental es el de la creatividad. El hombre no es lo primero, sino lo que surge como el que se crea a sí mismo.
Ver el arte desde la perspectiva del artista significa al mismo tiempo retrotraer el arte al dominio de la vida. Por lo que, la verdadera revolución estética de Nietzsche, es, realmente, el haber invertido la relación de poder de arte y vida. De tal manera, que el dominio del arte sobre la vida está, sobre el terreno de la estética, de nuevo al servicio de la vida. Y esto es así, porque para Nietzsche el arte quiere la vida. Por eso mismo el arte es más poderoso que el conocimiento, pues la vida no es posible más que si se potencian las ilusiones artísticas.
Nietzsche estaba convencido de que el arte, y nada más que el arte, era no sólo un estímulo para la vida, sino también aquello que puede enseñar a vivir y a que la vida sea posible y soportable. Por eso, el arte visto desde la perspectiva del artista tiene también un valor fundamentalmente existencial.
A través de la actividad creadora el hombre consigue superar el sinsentido de la existencia. Pero esto no significa que por el hecho de que el hombre estético viva una existencia armónica y serena, no tenga conciencia de que la vida idealizada que él pretende vivir es sólo una ilusión. No es un ingenuo optimista socrático, sino que es consciente del absurdo del trasmundo, pero lo elige sabiendo de antemano que se engaña a sí mismo.   
Si la estética de Nietzsche se define como una estética creadora, el resultado de toda creación es una entidad concreta como manifestación de una potencia productiva. Ahora bien, no hay arte, por tanto, hasta que el individuo no tome conciencia, primero de su propia plenitud, y después de la posibilidad de desbordarla y hacer partícipe a los demás de su propio poder, pues todo auténtico arte es esencialmente un arte de apoteosis, ya que se presenta desde el sentimiento de plenitud. 
No cabe duda alguna, que, para Nietzsche, el arte es el gran estimulante de la vida.


NOTAS
[1] NIETZSCHE, Friedrich El nacimiento de la tragedia, p 28
[2] Ibid, p 32
[3]  Ibid, p 31
[4] NIETZSCHE, Fragmentos póstumos, p 154
[5] Ibid, p 130
[6] Ibid, p 143
[7] Ibid, pp 140 - 141  
[8] NIETZSCHE, Friedrich, Así habló Zaratustra, pp. 49-51
[9] NIETZSCHE, Friedrich, Más allá del bien y del mal, p.105 
[10] NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo Zaratustra 1º “De las alegrías y las pasiones
[11] NIETZSCHE, Friedrich, Humano demasiado humano, p. 10
[12] NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo Zaratustra 1º “De las mil y una metas”
[13] NIETZSCHE, Friedrich, El nacimiento de la tragedia, p.32
[14] NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo Zaratustra 3º “Del espíritu de la pesadez”
[15] NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo Zaratustra 1º “De las mil y una metas”
[16] NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo Zaratustra 3º “De Tablas viejas y nuevas”
[17] NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo Zaratustra 2º “De la superación de sí mismo”
[18] NIETZSCHE, Friedrich, KSA 12, p. 129
[19] NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo Zaratustra 2º “De la superación de sí mismo”
[20] NIETZSCHE, Friedrich, La voluntad de poder, II pp. 120-122
[21] NIETZSCHE, Friedrich, La voluntad de poder, II p. 567

BIBLIOGRAFÍA

Friedrich Nietzsche: Así hablo Zaratustra, (1ª edición), Alianza, 1972
Friedrich Nietzsche: Ecce homo, (1ª edición), Alianza, 1971
Friedrich Nietzsche: El nacimiento de la Tragedia, Alianza, 1994
Friedrich Nietzsche: Fragmentos póstumos, Tecnos, 2006
Friedrich Nietzsche: Más allá del bien y del mal, Alianza, 2001
Friedrich Nietzsche: Humano, demasiado humano, Edaf, 1980
Simón Marchán Fiz, La estética en la cultura moderna, Alianza, 2007
Diego Sánchez Meca, Nietzsche - La experiencia dionisíaca del mundo, (3ª edición), Tecnos, 2008

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