INTRODUCCIÓN
Nietzsche no sólo escribe sobre el arte, sino que su empeño
radica en configurar su obra filosófica, más aún su propia vida, a la manera de
una obra de arte. Sus obras son fruto de la unión entre estética y filosofía.
Que parten desde el sentido de “arte para conocer el mundo”; desde el arte
vitalista (Lebenskunst). Este carácter tan personal, esta dirección vitalista,
tiene su base en la definición de arte como creación (Schaffen). El arte como
creación en Nietzsche será entendido desde el sentido creativo de una voluntad
individual (Einzelwille).
Estamos ante un pensador de la filosofía de la vida. Su filosofía
se realiza por caminos muy cercanos a los de la creación. No acepta el mundo
serio, silencioso, gris, lleno de ataduras y auto prohibiciones, tal como lo hicieron los moralistas y
religiosos. Y es, precisamente, a partir de esta negativa, cuando rescata, a
través de la mitología griega, la base para la concepción de una estética de la
fuerza, que es, ni más ni menos, la afirmación de la vida.
Para Nietzsche lo propio de la
tragedia, es su capacidad de exponer lo terrible, lo problemático del
mundo, sin por ello quitarnos las ganas de vivir. Dándonos perfecta cuenta de
toda la dureza de la vida, de su drama y de su sinsentido, pero también de su
alegría y de su gozo, de modo que el sentimiento es que la vida, pese a todo,
es algo que merece la pena.
Nietzsche acuña el termino Dionisíaco (relativo
al dios griego de la ebriedad) a la capacidad de dejarse llevar por el instinto
y gozar de todo lo terrible de la existencia. Lo dionisíaco es lo
vital, lo irracional, lo desmesurado. También es lo cruel y lo imperfecto.
Frente a esto, Nietzsche describe
también lo apolíneo como lo racional, lo mesurado, lo reflexivo. Así
como lo formal y lo perfecto. En este sentido, cree descubrir la existencia de
dos fuerzas que se repelen, pero que no pueden existir la una sin la otra. Su
lucha, su discordia es también cierta concordia. En este contexto, señala que
lo apolíneo y lo dionisíaco
son dos instintos estéticos.
Apolo simboliza el instinto figurativo. El
dios de la claridad, de la luz, de la medida, de la forma y de disposición
bella.
Dionisos es, en cambio, el dios de lo caótico
y desmesurado, de lo informe, del oleaje hirviente de la vida, del frenesí
sexual. El dios de la noche, el dios de la música seductora y excitante, que
desata pasiones.
El pensamiento trágico de Nietzsche
muestra, ni más ni menos, la afirmación de la vida y de la muerte.
A lo largo de este ensayo veremos. Como Nietzsche toma un
camino para que la vida pueda afirmarse como una obra de arte. Una obra
vitalista (Lebenskunst). Una continúa renovación. O, por qué no, una obra que
nunca damos por terminada.
Su metáfora de las tres
transformaciones (león, camello, niño), no es otra cosa que el devolver al
hombre su original creatividad inocente. Creatividad propia del niño y del hombre
superior. Del hombre ideal, que, en un principio, para Nietzsche no es otro que
el hombre griego anterior a Sócrates. Que representa la afirmación del
instinto, del cuerpo, de la carnalidad, de la sensualidad, de la diversión, es
decir, la vida en sí tomada como un juego.
Como juego, y no como renuncia o
sacrificio. Presentando un nuevo comienzo. El comienzo del hombre superior. Con
una nueva moral que surgirá de la transmutación generalizada de todos los
valores actuales. Una transformación de los valores éticos y estéticos
(Umwertung aller Werte). No olvidemos, que el arte es siempre una propuesta de
valores.
Finalmente, nos encontraremos con, “la embriaguez de la
voluntad”, que no es otra que la embriaguez de una voluntad sobrecargada y
henchida. Todo lo que es, ha de ser pensado desde la perspectiva de la voluntad
de poder. Es un querer. Un querer ser. Es “Die Lust zum Schaffen”, o lo que es
lo mismo, el deseo superador y creador, que es la base de la “voluntad de
poder”, entendida como creatividad.
LA VIDA COMO
LEBENSKUNST
Nietzsche no es dualista como sus predecesores. Lo apolíneo y
lo dionisiaco no se contraponen, sino que son momentos complementarios que se
suceden en el proceso artístico y trágico de la vida. Nietzsche supera el
dualismo recurriendo a Heráclito para el que la vida es siempre tensión
irreconciliable entre contrarios. En la vida y en la Naturaleza todo es cambio,
y lo apolíneo y lo dionisiaco se alimentan entre sí.
Nietzsche propone la vida como juego y como arte.
Afirma que el arte es la actividad fundamental de la vida, poniendo
la estética en el centro de su filosofía. Nos propone una
nueva posición: “ver la ciencia con la
óptica del artista, y el arte, con la de la vida” [1]. Pero,
¿qué nueva significación otorga Nietzsche a la vida y al arte?
El sentido
estético de la existencia, en “El
nacimiento de la tragedia”, tiene como centro problemático la nueva
concepción filosófica que se observa en el término “Vida”. Término como designación de nuestra existencia en el mundo, a
partir de su carácter de apariencia. Pero el carácter del mundo como apariencia
es un aparecer basado "en el arte, en el engaño, en la
óptica, en la necesidad de lo perspectivístico y el error." [2]
Nietzsche
piensa la vida como una manifestación que se expresa a través del simbolismo de
lo dionisíaco, en la unidad profunda del nacer y el perecer, en constante
devenir, eternamente cambiante y sufriente, "que tanto en el construir como en destruir, en el bien
como en el mal, lo que quiere es darse cuenta de su placer y su soberanía
idénticos" [3]. En esta concepción resalta la afirmación
nietzscheana del mundo. Patentizando una metafísica de artista, que está interesada en aceptar su
totalidad, sin ninguna restricción, el carácter soberano, problemático y
placentero de la existencia, a través del ritual dionisíaco que desemboca en el
arte trágico del teatro.
Ahora bien,
¿Qué papel ocupa el Arte en la manifestación de la Vida? ¿Cómo se comprende la máxima parcial que dice: "ver el
arte con la óptica de la vida"? Por una parte, la vida misma es
directamente arte, si reconocemos la composición y variedad con que se presenta
la experiencia humana; estamos vitalmente en un juego de valoraciones e
interpretaciones, de acuerdo a lo que la vida misma nos pide y en función de
necesidades fisiológicas. Incluso el impulso hacia la verdad y la moral, vienen
a ser desveladas por Nietzsche como formas particulares de esa necesidad
ilusoria de óptica [4].
Pero, en
tanto, la visión propuesta de ese fenómeno a interpretar, no sólo atañe al
hombre, sino a todas las cosas.
El ser es
ahora, la fiesta de las criaturas y las cosas que obran con sus sentidos, para
generar ilusiones necesarias en el juego de vivir y trascender [5]; el ser es un fenómeno de superficie,
que viene a equivaler para Nietzsche, a la vida: “Alma, aliento y existencia, equiparados a ser. Lo viviente es el ser: ya no hay ningún
otro ser”[6].
Lo profundo
puede comprenderse y vivirse ahora sólo como una manifestación de diversos
impulsos, y todas las experiencias humanas son interpretaciones que, naciendo
del ser, o de la vida, se dirigen a ellos, por medio del trabajo del cuerpo, en su
sensibilidad y pensamiento entrelazados [7].
El arte, en
tanto es juego, mímesis y punto de vista, se desprende de la misma naturaleza
del ser, o de la vida, para revelar algo de ellos. El arte es una diáspora que
revela y exalta a la vida, ya no para descubrir un fondo, una cosa en sí del
mundo, sino para potenciar con novedosas significaciones ese misterio de la
vida.
El artista
crea apariencias, transforma con la imaginación aquella existencia que le ha
sido otorgada, reuniendo en un amplio y unitario movimiento, tanto el vivir
como el retrotraer esa vida a su representación.
El arte es
apariencia de la apariencia, desdoblamiento del ser que se recrea y afirma en
el acto de desdoblarse.
La estética
nietzscheana es una nueva apertura al ser, es la vida comprendida, o mejor,
configurada metafísicamente, a través del juego infinito de las formas. Pues, inicia
para el hombre actual una nueva forma de sentir y pensar el todo del universo.
Pero también una vuelta a la tradición.
La relación
entre vida y arte es un estímulo permanente y recíproco a través del cual se
revela el sentido mismo de la existencia, como un sentido digno de vivirse y de
pensarse.
LAS TRES TRANSFORMACION
En “Así habló Zaratustra”
Nietzsche hace referencia a tres transformaciones del espíritu: “cómo el espíritu se convirtió en
camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño”. [8]
Representando el camello, el momento de la humanidad que comienza en el platonismo y que llega hasta finales de la modernidad. Su característica básica es la humildad, el sometimiento, el saber soportar con paciencia las cargas pesadas. La carga de la moral del resentimiento hacia la vida.
Representando el camello, el momento de la humanidad que comienza en el platonismo y que llega hasta finales de la modernidad. Su característica básica es la humildad, el sometimiento, el saber soportar con paciencia las cargas pesadas. La carga de la moral del resentimiento hacia la vida.
El león, por su parte, representa a toda la cultura y estilo vital
occidental. Al hombre como crítico, como nihilista activo, que destruye los
valores establecidos.
Y, por último el niño, que representa al hombre que sabe de la inocencia
del devenir, que inventa valores, que toma la vida como juego, como afirmación.
Que es el sí radical al mundo dionisíaco.
El niño simboliza la pureza e
inocencia de la infancia, desde la que se recrea la nueva tabla de valores. El
niño es el nuevo comienzo, un juego de creación, un santo decir sí. “Sí, hermanos míos, para el juego del crear
se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado
del mundo conquista ahora su mundo”. [9]
Se supone que este hombre-niño, es el último hombre
tendido desde el animal hasta llegar al hombre
superior (Übermensch). Este último hombre es la consecuencia del
nihilismo no superado o no dominado. No obstante, el hombre es algo que tiene
que ser superado [10], como una tarea.
Pero pasará mucho tiempo, dice
Nietzsche, para superar esta sensación de aterrador vacío, cien años hasta el
advenimiento de aquellos espíritus libres que tanto anuncia al inicio de “Humano
demasiado humano” [11], que ya no son los hombres platónicos
de el famoso “Mito de la caverna”, sino seres con capacidad de crear. Inocentes,
no resentidos, que se asombran y disfrutan. Que han superado el ámbito del
deber y vuelven a una total afirmación de la vida, de la moral del yo puedo.
La esencia originaria y auténtica de
la libertad como proyección de nuevos valores y de nuevos mundos de valores es
aludida con la metáfora del juego. La trasformación es una metamorfosis de la
libertad finita, su rescate de la auto alienación, y la libre aparición de su
carácter de juego.
La naturaleza de la libertad positiva
es juego.
La muerte de Dios revela el carácter
de aventura y de juego de la existencia humana. La creatividad del hombre es
juego. Nietzsche acentúa fuertemente la propiedad humana de crear valores para
humanizar y dar sentido a las cosas. [12]
El arte como dimensión real
antropológica, implica, básicamente, espontaneidad, sentimiento, y creatividad,
que se hace a sí mismo creando cultura. Realizando su propia vida, abriendo
camino. “Inocencia y olvido es el niño”,
un comenzar de nuevo, un juego, una rueda que gira por sí misma, un primer
movimiento.
En el juego no hay ausencia de leyes. Cuando el niño se
entrega a este juego crea previamente sus leyes, sólo que éstas no conocen otra
estimación que no sea la propia interior. Lo mismo que sucede con el artista,
que crea normas para sí mismo sin obedecer a teorías de valores, ajenas a las del
juego mismo.
El arte como el juego, es el ideal del hombre sobrecargado de
fuerzas; el proceso creativo es como el juego del niño, manifestación de
candidez, entrega, plenitud y olvido. Es amoral porque ninguna ley oprime su propia
energía.
El camino del “Übermensch”, consiste en volver a ser como niños, en desaprender todas
las actitudes con las que cargamos.
El niño es la figura del “Übermensch”:
inocente, desconocedor de la culpa y del pecado, activo jugador que explora el
mundo y sus propias facultades sin ningún temor.
Como un artista libre, mira al mundo
desde la óptica del juego, no admite ninguna regla que no venga de sí mismo.
También es olvido, porque el rencor es para Nietzsche algo característico del
creyente, que descargar todo su odio en un castigo eterno, el infierno. Lejos
de estas actitudes, el niño no tiene tiempo para el rencor, ni siquiera puede pararse
a perdonar las ofensas, porque olvida rápidamente lo que no merece la pena. Los
gusanos del rencor no anidan en el cuerpo vivo del niño, sino en el muerto de
quien está presa de la manía de los trasmundos.
Equiparando la creación del Übermensch con el acto de creación del
artista, aquel es el creador del nuevo sentido del mundo y su obra se puede
leer desde las características que Nietzsche atribuye al artista. Al fin y al
cabo, el Übermensch es el artista que
conforma ese camino distinto para la humanidad. Es por este motivo, que la
estética para Nietzsche está siempre atravesada inmediatamente por la
existencia del hombre, otorgando al arte, nada menos, que la tarea de ser el
gran estimulante de la vida. Ya en “El
nacimiento de la tragedia”, nos topamos con una afirmación radical sobre
este tema cuando el filósofo afirma, que “sólo
como fenómeno estético está justificada la existencia del mundo” [13]
LA TRANSMUTACIÓN DE
VALORES
La transmutación de todos los valores
es un momento necesario para el final de la moral tradicional, la moral de
esclavos.
El problema de los valores morales y de su procedencia es,
para Nietzsche, un problema de primer rango, pues, ello condiciona la actitud y
las formas de sentir del hombre [14].
Para Nietzsche la transmutación de los valores (Umwertung
aller Werte), Inversión de los valores o subversión de los valores, es la
sustitución de unos valores por otros: los inventados, estéticos y vitales, por
los nacidos del resentimiento contra la vida.
Invertir los valores no es
transvaluar, sino que consiste en una mirada a la realidad desde una
perspectiva nueva. Los valores son históricos, están transidos de temporalidad,
y el cambio que la temporalidad realiza sobre los valores causa una realidad
distinta.
Nietzsche quiere señalar que solo
tenemos un mundo. Lo que tiene valor en una sociedad, no tiene valor en otra [15].
La verdadera transvaluación se da cuando surge un nuevo modo de pensamiento.
El arte crea valores, pero esta creación no es trascendente,
sino inmanente. Así, cada sociedad producirá sus valores y se atendrá a las
consecuencias de los valores que ha producido.
Nietzsche
no propone vivir sin valores, pues incluso llega a considerar que esto es
imposible, sino que más bien propone invertir
la tabla de valores: superar la moral occidental, moral de renuncia y
resentimiento hacia la vida, mediante una nueva tabla en la que estén situados
los valores que supongan un sí radical a la vida.
La transmutación de los valores es la superación de la moral de
esclavos, para recuperar de nuevo la moral aristócrata, que permite el triunfo
del código moral del hombre superior. Es así como mmuere el “tú debes” y nace el “yo
quiero” [16].
¡Hay muchas casas que construir
todavía! [17], dice Nietzsche.
Y es el tercer momento, en manos del
artista, en donde la voluntad de crear lo impulsa a esculpir, sobre piedra,
valores nuevos, más fuertes, donde este hombre-artista escribe su propia tabla
de valores. Un nuevo modo de interpretar la realidad y de convivir con el
mundo. Los antiguos valores morales, la verdad y el concepto dogmático, son
suplantados por nuevos valores estéticos, reflejados en la metáfora y el
devenir, valores ya no instaurados por la autocomplaciente razón, sino
derivados de la experiencia dionisíaca. Es el espíritu libre, que como un
artista, impone su gusto a las opiniones vulgares.
Transvalorar es cambiar la jerarquía de los valores, un crear
de nuevas experiencias. La transmutación de lo valores, implica una renovación,
un cambio de la "vulnerabilidad" a la "fortaleza".
Es dejar de lado al hombre para ser el hombre superior. Aquel que es fuerte, arriesgado, cruel,
orgulloso, y ama lo ajeno. El “Übermensch”, creador de valores, es el defensor
de una moral de nobles, de una moral aristocrática, que reivindica la vitalidad
de los mejores, de los que no se humillan, de los mejor preparados, de la élite
natural.
Es una moral que se opone a la moral de esclavos del
cristianismo basada en la compasión, en la resignación, en el sufrimiento. En
cualquier caso es una moral abierta, cambiante, sometida, como la realidad,
como la vida misma el eterno retorno, al movimiento, a la intensidad del
momento, a la plenitud del instante.
Es esencial comprender, que hablar
del “Übermensch”, es hablar de una reivindicación de la vida, de la potencia y
de la pasión del ser humano. Ni más ni menos.
Esta
nueva moral que nos propone Nietzsche está basada en este deseo apasionado de
vivir, apoyada en la exaltación por la vida sin traba alguna. La vida tiene
valor por sí y no hay que buscarle otra explicación.
La
nueva moral se traducirá en la exaltación de las fuerzas primarias de la vida
(lo dionisiaco): hay que valorar la moral de los señores frente a la moral de
los esclavos. Valorar esta moral, frente a la resignación y la humildad, la
fuerza, el poder, la pasión, el placer. Esto es lo que piden los instintos, y
en estos instintos se debe basar la moral.
La
transvaloración sólo se entiende bajo el marco del eterno retorno, pues sin él
no hay posibilidad de ética. Es en
el Eterno Retorno, donde se deja ver qué es el hombre y cómo tiene que guiarse.
Creando valores, Creando mundo.
Pero no un mundo cualquiera, sino un
mundo que se pueda desear vivirlo infinitas veces.
No cabe duda, que estamos ante un proceso
destructivo y creativo.
VOLUNTAD DE PODER
Hablar de voluntad de poder, es hablar de la creadora de
valores, la constructora de teorías, de ficciones, de obras de arte. Y es en el
arte, y más concretamente en el artista, donde será posible reconocer el
carácter más profundo de lo que es [18].
Ciencia, arte, moral, son productos
de la voluntad de poder, en cuanto que, a través de ellos, las fuerzas que
constituyen a cada hombre se desarrollan, crecen y sobre todo se superan a sí
mismas.
La voluntad de poder no es ni buena
ni mala, está más allá del bien y del mal, pues, no es ella el valor, sino el
sujeto que valora. Es la voluntad de poder la que da sentido, valor y
justificación a todas las cosas. Todas las creaciones humanas han nacido de la
voluntad de poder.
La voluntad de poder, es sinónimo de la voluntad de ser más, de vivir más, de superarse y de mostrar una fuerza siempre
creciente. En definitiva se puede decir que es la voluntad de crear.
Nietzsche afirma, por boca de
Zaratustra, que se ve impulsado a superarse constantemente a sí mismo [19].
Esto significa que más que una "facultad" humana, la voluntad de
poder es todo el conjunto de fuerzas y pulsiones que apuntan hacia el poder.
Al ser la voluntad de poder
esencialmente creadora, el arte se convierte en un importante “estimulante”, en
un “excitante del querer”.
En el arte la voluntad de poder se
afirma en relación con formas activas, con una vida activa, y no con fuerzas
pasivas o reactivas que niegan la vida como sucede con un modo de vida
ascético, centrado en la moral y la renuncia.
Según Nietzsche, la “Voluntad de Poder” es la característica
fundamental de toda vida humana, y es el deseo más básico que todos los seres
humanos poseemos. Por ello, afirma Nietzsche, que “todo lo que es, es en el
fondo, en su fundamento, voluntad de poder y nada más”. [20]
La superación de uno mismo, se refiere a un proceso
fundamentalmente interno y personal, pues, si se es señor se es señor de uno mismo, superando
la servidumbre, la esclavitud, impuesta por los otros y concretada en la
asimilación de sus valores; y si se es siervo, se es siervo de otro y de los
valores impuestos por otro.
El ser, en tanto voluntad de poder,
es un perpetuo devenir, una pluralidad de fuerzas siempre cambiantes, que
ofrecen infinitas posibilidades de análisis e interpretación.
Como
finalidad de la voluntad, se refiere a un autodominio, a la conquista de uno
mismo, que era el objeto principal de la sabiduría antigua., que con Nietzsche
se convierte nuevamente en la finalidad más importante de la filosofía, que es acceder
a una voluntad libre, a una voluntad de poder afirmativa de la vida.
De tal
manera, la cuestión del poder se refiere sobre todo a la cuestión de una
autarquía resultante de una autonomía
o de una servidumbre basada en la heteronomía, de tal modo se puede mandar,
someter o dominar a otro sin dejar de ser esclavo de los valores establecidos,
la única diferencia es la de ser un esclavo vencedor o un esclavo vencido.
Es a la luz
de la crítica a la moral y la metafísica que el filósofo hallará la noción de
voluntad de poder como creación artística [21].
“Es el arte y sólo
el arte, el que hace posible la vida, que seduce la vida, que estimula la vida.
El arte como única contra-fuerza superior a toda voluntad de negación de la
vida, como lo anti-cristiano, lo anti-búdico, anti-nihilista por excelencia. El
arte como la redención del cognoscente, -del hombre que percibe, quiere
percibir, el carácter pavoroso y problemático de la existencia; del hombre
trágicamente cognoscente. El arte como la redención del hombre que obra, -del
hombre que no sólo percibe, sino vive, quiere vivir, el carácter pavoroso y problemático
de la existencia; del hombre trágicamente militante, del héroe. El arte como la
redención del hombre que sufre – como camino a estados donde se quiere,
transfigura y diviniza el sufrimiento; donde el sufrimiento es una modalidad
del gran éxtasis"
CONCLUSIÓN
A lo largo de este ensayo, hemos
visto, como toda su filosofía, todo su pensamiento, lleva a cabo una revolución
estética. Todos los conceptos que trabaja rompen con la filosofía tradicional.
Nietzsche estaba convencido de la superioridad del arte sobre
la filosofía, como también lo estaba, de que había que transformar la filosofía
a través del modelo que representa el arte.
Con
ello, no sólo se enfrentaba a toda la tradición filosófica, sino que al mismo
tiempo liberaba al arte de la dependencia de la
filosofía, teniendo como resultado la unión del destino de la filosofía al
arte. Y, realmente, nadie fue en esto tan lejos como Nietzsche.
Él
vio desde el principio que la estética tenía que velar por lo natural y originario
del hombre. Por los instintos. Llegando a ser, por tanto, un saber fundamental
de los instintos, de la vida. De la conciliación del hombre con la naturaleza.
Por
otra parte, sus máscaras, sus metamorfosis, su estilo aforístico y provocador,
contribuyen a perfilar esa nueva estética, abierta a tantas posibles
interpretaciones.
No
obstante, la estética sólo puede considerarse desde el punto de vista del
artista, es decir, el arte se contempla desde la perspectiva del artista, no
desde la obra de arte. El
artista, es el punto de partida y el punto de llegada.
Luego, el
proyectar creativo es más importante que el producto creado. Por eso,
“estética” en Nietzsche se
refiere al artista como el creador que se expresa creando.
Ahora bien, si todas las actividades creadoras del hombre caen bajo el concepto
de arte, la idea de arte tiene un sentido universal y omniabarcante.
Lo que Nietzsche
trata de llevar a cabo, como tarea crítica, es la desconstrucción de la
“estética idealista”, el desmantelamiento de la idea de una obra de arte pura,
sin finalidad. Es por eso, por lo que en la estética de Nietzsche el problema
fundamental es el de la creatividad. El hombre no es lo primero, sino lo que surge
como el que se crea a sí mismo.
Ver
el arte desde la perspectiva del artista significa al mismo tiempo retrotraer
el arte al dominio de la vida. Por lo que, la verdadera revolución estética de
Nietzsche, es, realmente, el haber invertido la relación de poder de arte y vida. De tal manera, que
el dominio del arte sobre la vida está, sobre el terreno de la estética, de
nuevo al servicio de la vida. Y esto es así, porque para Nietzsche el
arte quiere la vida. Por eso mismo el arte es más poderoso que el conocimiento,
pues la vida no es posible más que si se potencian las ilusiones artísticas.
Nietzsche
estaba convencido de que el arte, y nada más que el arte, era no sólo un
estímulo para la vida, sino también aquello que puede enseñar a vivir y a que
la vida sea posible y soportable. Por eso, el arte visto desde la perspectiva
del artista tiene también un valor fundamentalmente existencial.
A
través de la actividad creadora el hombre consigue superar el sinsentido de la
existencia. Pero esto no significa que por el hecho de que el hombre estético
viva una existencia armónica y serena, no tenga conciencia de que la vida
idealizada que él pretende vivir es sólo una ilusión. No es un ingenuo
optimista socrático, sino que es consciente del absurdo del trasmundo, pero lo
elige sabiendo de antemano que se engaña a sí mismo.
Si
la estética
de Nietzsche
se define como una
estética creadora, el resultado de toda creación es una
entidad concreta como manifestación de una potencia productiva. Ahora bien, no
hay arte, por tanto, hasta que el individuo no tome conciencia, primero de su
propia plenitud, y después de la posibilidad de desbordarla y hacer partícipe a
los demás de su propio poder, pues todo auténtico arte es esencialmente un arte
de apoteosis, ya que se presenta desde el sentimiento de plenitud.
No cabe duda alguna, que, para Nietzsche, el arte es el gran
estimulante de la vida.
NOTAS
[1] NIETZSCHE, Friedrich El nacimiento de la tragedia, p 28
[2] Ibid, p 32
[3] Ibid,
p 31
[4] NIETZSCHE, Fragmentos póstumos, p 154
[5] Ibid, p 130
[6] Ibid, p 143
[7] Ibid, pp 140 - 141
[8] NIETZSCHE,
Friedrich, Así habló Zaratustra, pp.
49-51
[9] NIETZSCHE,
Friedrich, Más allá del bien y del
mal, p.105
[10] NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo Zaratustra 1º “De las alegrías y las pasiones”
[11] NIETZSCHE,
Friedrich, Humano demasiado humano, p. 10
[12]
NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo
Zaratustra 1º “De las mil y una metas”
[13] NIETZSCHE, Friedrich, El nacimiento de
la tragedia, p.32
[14]
NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo
Zaratustra 3º “Del espíritu de la pesadez”
[15]
NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo
Zaratustra 1º “De las mil y una metas”
[16]
NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo
Zaratustra 3º “De Tablas viejas y nuevas”
[17]
NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo
Zaratustra 2º “De la superación de sí mismo”
[18]
NIETZSCHE, Friedrich, KSA 12,
p. 129
[19]
NIETZSCHE, Friedrich, Así hablo
Zaratustra 2º “De la superación de sí mismo”
[20]
NIETZSCHE, Friedrich, La voluntad
de poder, II pp. 120-122
[21] NIETZSCHE, Friedrich, La voluntad de poder, II p. 567
BIBLIOGRAFÍA
Friedrich
Nietzsche: Así hablo Zaratustra, (1ª
edición), Alianza, 1972
Friedrich
Nietzsche: Ecce homo, (1ª edición), Alianza,
1971
Friedrich
Nietzsche: El nacimiento de la Tragedia,
Alianza, 1994
Friedrich
Nietzsche: Fragmentos póstumos,
Tecnos, 2006
Friedrich
Nietzsche: Más allá del bien y del mal,
Alianza, 2001
Friedrich
Nietzsche: Humano, demasiado humano,
Edaf, 1980
Simón
Marchán Fiz, La estética en la cultura moderna, Alianza, 2007
Diego Sánchez Meca, Nietzsche - La experiencia
dionisíaca del mundo, (3ª edición), Tecnos, 2008
chevere! gracias por el resumen!
ResponderEliminarGracias a ti :)
EliminarUno de los mrjores libros de Nietzsche
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