viernes, 11 de noviembre de 2016

Sobre el lenguaje y la precisión lingüística


En una ocasión, posteando en un foro de filosofía, de los muchos que pululan por esos mundos de Dios, entablé un debate con alguien al que llamaremos J.

No sé muy bien cuál fue el comienzo de la discusión, algo tendría que ver con las diferencias culturales entre el Islam y Occidente, o entre el terrorismo, los fundamentalismos y esas cosas. El caso es que J. titula un mensaje llamándolo Guerra Santa, en el que sólo hay especulaciones y juicios de valor sin fundamento alguno (seguro que se trataba de política).

Mi respuesta fue un escueto sin comentarios. Nombre y apellidos. Y J. me contesta con cierto humor Maldad intrínseca la tuya, vaya. Yo apostillo con seriedad Chorrada descomunal por tu parte.

Entrecruce de mensajes sin sustancia y mosqueo de J.


Finalmente decido poner punto final a la discusión con un último post explicando el porqué dije aquello de chorrada descomunal por tu parte (bien podría haber hecho él un análisis de tan estúpida contestación).

En primer lugar, le pido disculpas porque pienso que le he ofendido, nada más lejos de mi intención. Y vuelvo a reiterarlas si lo que le voy a decir también le molesta.

El post continúa diciendo que le voy a explicar por qué es una chorrada, y después, cuál ha sido mi proceso mental.

Dicho lo cual, le aclaro, siempre desde mi punto de vista, que no se puede saber si se refiere a una realidad o a una propiedad. En cualquiera de los dos casos, le digo, que interpreto ese término, maldad, en su sentido más fuerte, esto es, lo considero como mal moral. Ello equivale a decir que alguien es malo porque es malo.

Por otra parte, intrínseco es lo que pertenece esencialmente a una cosa (extrínseco equivale a accidentalidad).

Los términos de referencia pueden entenderse, entonces, ontológicamente o lógicamente.

En el primer caso, se trata de propiedades que se supone pertenecen o no esencialmente a una cosa.

En el segundo caso, se trata de determinaciones que se suponen que entran o no en la definición esencial de alguna entidad, en este particular, dicha entidad era yo mismo.

En consecuencia y después del análisis anterior, Maldad intrínseca es una redundancia. Bastaría con decir Maldad, si le añades intrínseca es como si dijera Maldad mala; pero si además insistes en que es la tuya (o sea, la mía), es como si se dijera acción malvada mala la del malo, o maldad mala la del malo, lo cual no suena tan bien como maldad intrínseca la tuya.

Por lo demás, haciendo un pequeño acto de reflexión, cuando J. escribe la famosa frase (maldad intrínseca la tuya), creo entender, le digo (y se lo repito una vez más), que se refiere a mi mala fe. Es entonces cuando le explico el proceso por el cual llego a esta conclusión.

Vaya por delante que jamás actúo de mala fe, sobre todo en temas tan serios como el que nos ocupaba. Sin embargo, le insinúo que, por mi parte, sí he podido atisbar un cierto grado de maldad en sus frecuentes intervenciones.

Cuando se habla, cuando hablo, de mala fe, en su sentido más estricto, nos estamos refiriendo a actitudes negativas con respecto, fundamentalmente, a uno mismo (en esta cuestión estoy siguiendo a Sartre), pues la mala fe es un ejemplo particularmente iluminador de las actitudes de negación de sí, que son a la vez reveladoras del ser de la nada.

La mala fe es, pues, un modo de negarse a sí mismo en lo que se es, es decir, como un ser para sí mismo. En la mala fe lo que se niega es, por tanto, uno mismo por medio del enmascaramiento. En la mala fe se juega a ser algo que no se es. El problema no consiste, sin embargo, en distinguir entre lo que se es y lo que no se es (eso es tarea de cada uno. ¿Estaremos hablando del Ser y la Nada?); si así fuera, sería fácil eliminar la mala fe. Y esto es así porque la mala fe, y esto es lo más importante, es aquel modo de ser por el cual se usa ilegítimamente la duplicidad entre el ser para sí y el ser para otro. En consecuencia, la verdadera mala fe, es aquella en la cual  el ser humano se niega a coordinar, o a superar por medio de una síntesis, la propia facticidad y, por lo mismo, la propia trascendencia. El que obra con mala fe parte de la facticidad y se embarca hacia una trascendencia.

Lo grave en la mala fe es que, por así decirlo, se es también lo que no se es. Así, cuando juego a ser alguien que no soy, lo que hago, es ser alguien en el modo de ser lo que no soy.

En resumidas cuentas: Maldad intrínseca la tuya, es decir maldad mala la del malo y, por otra parte, la mala fe, y esto también es importante, es aquel modo de ser por el cual se usa ilegítimamente la duplicidad entre el ser para sí y el ser para otro.

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