sábado, 12 de noviembre de 2016

“Yebit"



"Yebit", así la llamaban, cuando alguien quería algo de ella.
"Yebit". Es árabe y el significado femenino para alguien que no merece llevar un nombre.
Yebit así la llamaban desde hacía mucho tiempo. Apenas podía recordar su verdadero nombre; hacía muchísimo tiempo desde la última vez que se utilizó. Sus padres estaban muertos y su tía solo le decía "Tú eres la única responsable de todo en tu vida", cuando le mandó que se marchara. Y eso que Yebit aún era joven, inexperta, aún no sabía mucho de la vida. Hubiese necesitado una mano protectora que la guiase. Pero ésa no existía. No era útil para nadie. Lo que ella sabía lo podía hacer también cualquier otra y la comida era escasa y valiosa. Así que le mandaron que se marchara.
Desde entonces ha vivido muchas experiencias. Algunos se han ocupado de ella, pero ninguno se ha preocupado por su bienestar.
Ella era una mano de obra barata, criada, chica para todo, cabeza de turco, válvula para frustración y burlas, esclava... ella podía hacer todo lo que los demás no querían. Hasta que finalmente ya solo fue utilizada, fue "objeto"... y con ello perdió su personalidad su derecho a un nombre propio...
Yebit debería ser agradecida. De que su señor se ocupara de ella.
Ella, que no era nada especial, no sabía nada especial, no valía nada, ni siquiera para tener un nombre. Pero Yebit no sentía ningún agradecimiento. El precio que tenía que pagar por alojamiento y comida, era alto. La cama era un rincón de paja, en el establo con los animales y su comida... su comida se la tenía que buscar ella misma en el desierto cuidando las cabras. Tenía que compartir con las cabras las escasas yerbas secas y las bastas raíces.
Yebit miraba al sol y pensaba. Quizás sí era desagradecida.
Porque de vez en cuando su señor le daba más. A veces sí le daba un trozo de pan seco, o algo de sopa. Y a veces... a veces traía consigo también una manta... cuando iba al establo donde estaba ella. Entonces recibía aún más de él. Cercanía, roce. Su húmeda boca se pega por todos los sitios, en sus labios, en sus pechos, en su pubis. Su ávido jadeo la perseguía en sus sueños y sus duras y exigentes manos parecían estar al mismo tiempo en todos los sitios. Yebit no recibía ninguna caricia, ningún roce cariñoso. Pero para eso recibía palos, cuando intentaba defenderse. Y también el repugnante sabor permanecía durante días en su boca...
Yebit giraba la raíz seca en su mano. Era hora de marcharse, de llevar ya las cabras al establo. El sol ya casi había desaparecido, y bajo la penumbra Yebit ya apenas podía distinguir los animales. Seguramente que tardaría una eternidad hasta que encontrara a todos. Impensable si perdiese alguno. Entonces hubiese cometido de nuevo un fallo y luego...
"Eres desagradecida.", "No mereces otra cosa.", "No lo has querido de otra manera." y "Es tu vida, tú misma eres la única responsable de todo lo que te pase". Yebit conocía esas frases, muchísimas veces se las habían dicho ya. Sí, era su vida. Se levantó y por un momento permaneció indecisa, para luego sentarse de nuevo sin fuerza alguna. Debería marcharse. Pero ¿a dónde? Y, ¿qué cambiaría? Pero ¿regresar de nuevo? Miro al ya casi oscuro cielo, como si allí estuviera la respuesta. ¿Regresar? Si hoy regresa con retraso recibiría de nuevo una paliza. Y mucho más tarde...
"Es tu vida, tú únicamente eres responsable de todo lo que te ocurra". Yebit tenía sus dudas ¿Realmente era ella responsable de todo? ¿Es que era ella la única que hacía todo mal? ¿Es que los demás no cometían fallos? Y si era así, ¿por qué no la ayudaba nadie cuando al parecer necesitaba ayuda? ¿Solo ella podía hacer algo para que algo cambiara en su vida? Seguro, ella podría cambiar algo dentro de sí. Pero... su entorno, las personas... al parecer no querían eso, pues simplemente no veían sus esfuerzos. Ni su desamparo. Solo veían a Yebit. Yebit, el objeto. Sin nombre, sin derechos, sin sentimientos... ningunas necesidades, siempre a mano para utilizar. ¿Pero para ocuparse de ello? ¿Por qué? Si al fin y al cabo solo ella era responsable de su vida, era suficientemente mayor...
Yebit se levantó de nuevo. Tenía que hacer algo, tenía que decidir qué dirección debía tomar. Yebit miraba hacia adelante y hacia atrás. Hasta que finalmente miró de nuevo al cielo con los ojos llenos de lágrimas. Allí, donde deberían estar sus padres. Como ángeles que velan por ella. Sus padres, ellos querían a Yebit ¿Pero por qué la dejaban ahora sola? ¿Por qué no bajaban del cielo y la ayudaban? ¿Ahora, exactamente ahora, que ella estaba en el desierto sola en medio de la noche, helada e incapaz de hacer nada? Yebit sollozaba aún más alto. Probablemente sus padres no la podían encontrar, ya que no conocían a Yebit, sino solo a una niña alegre, lo que pudo ser, cuando sus padres aún vivían. Cuando fue querida y protegida por ellos...
Yebit se cae de rodillas y comienza a rezar. No a un dios, porque ese al parecer se olvidó de ella hace mucho tiempo. Ella envió todos sus buenos sentimientos, todas sus esperanzas a una vida de paz y felicidad, todas sus creencias en las buenas personas al oscuro cielo, para que todo ello quizás llegue a sus padres y ellos reconozcan de nuevo a Yebit y la envíen una mano de ángel. Una mano que sujete, guíe y quiera a Yebit....así como ella es...
Que no existen los ángeles, aún no se ha podido demostrar hasta hoy científicamente. Pero existe una cantidad innumerable de Yebits en el mundo. Deberíamos percibirlas, aunque ni siguiera parezcan merecerse llevar un nombre, y devolverles por la atención que les prestamos, un nombre propio...

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