"Yebit", así la llamaban, cuando alguien
quería algo de ella.
"Yebit". Es árabe y el significado femenino
para alguien que no merece llevar un nombre.
Yebit así la llamaban desde hacía mucho tiempo. Apenas
podía recordar su verdadero nombre; hacía muchísimo tiempo desde la última vez
que se utilizó. Sus padres estaban muertos y su tía solo le decía "Tú eres
la única responsable de todo en tu vida", cuando le mandó que se marchara.
Y eso que Yebit aún era joven, inexperta, aún no sabía mucho de la vida.
Hubiese necesitado una mano protectora que la guiase. Pero ésa no existía. No
era útil para nadie. Lo que ella sabía lo podía hacer también cualquier otra y
la comida era escasa y valiosa. Así que le mandaron que se marchara.
Desde entonces ha vivido muchas experiencias. Algunos
se han ocupado de ella, pero ninguno se ha preocupado por su bienestar.
Ella era una mano de obra barata, criada, chica para
todo, cabeza de turco, válvula para frustración y burlas, esclava... ella podía
hacer todo lo que los demás no querían. Hasta que finalmente ya solo fue
utilizada, fue "objeto"... y con ello perdió su personalidad su
derecho a un nombre propio...
Yebit debería ser agradecida. De que su señor se
ocupara de ella.
Ella, que no era nada especial, no sabía nada
especial, no valía nada, ni siquiera para tener un nombre. Pero Yebit no sentía
ningún agradecimiento. El precio que tenía que pagar por alojamiento y comida,
era alto. La cama era un rincón de paja, en el establo con los animales y su
comida... su comida se la tenía que buscar ella misma en el desierto cuidando
las cabras. Tenía que compartir con las cabras las escasas yerbas secas y las
bastas raíces.
Yebit miraba al sol y pensaba. Quizás sí era
desagradecida.
Porque de vez en cuando su señor le daba más. A veces
sí le daba un trozo de pan seco, o algo de sopa. Y a veces... a veces traía
consigo también una manta... cuando iba al establo donde estaba ella. Entonces
recibía aún más de él. Cercanía, roce. Su húmeda boca se pega por todos los
sitios, en sus labios, en sus pechos, en su pubis. Su ávido jadeo la perseguía
en sus sueños y sus duras y exigentes manos parecían estar al mismo tiempo en
todos los sitios. Yebit no recibía ninguna caricia, ningún roce cariñoso. Pero
para eso recibía palos, cuando intentaba defenderse. Y también el repugnante
sabor permanecía durante días en su boca...
Yebit giraba la raíz seca en su mano. Era hora de
marcharse, de llevar ya las cabras al establo. El sol ya casi había
desaparecido, y bajo la penumbra Yebit ya apenas podía distinguir los animales.
Seguramente que tardaría una eternidad hasta que encontrara a todos. Impensable
si perdiese alguno. Entonces hubiese cometido de nuevo un fallo y luego...
"Eres desagradecida.", "No mereces otra
cosa.", "No lo has querido de otra manera." y "Es tu vida,
tú misma eres la única responsable de todo lo que te pase". Yebit conocía
esas frases, muchísimas veces se las habían dicho ya. Sí, era su vida. Se
levantó y por un momento permaneció indecisa, para luego sentarse de nuevo sin
fuerza alguna. Debería marcharse. Pero ¿a dónde? Y, ¿qué cambiaría? Pero
¿regresar de nuevo? Miro al ya casi oscuro cielo, como si allí estuviera la
respuesta. ¿Regresar? Si hoy regresa con retraso recibiría de nuevo una paliza.
Y mucho más tarde...
"Es tu vida, tú únicamente eres responsable de
todo lo que te ocurra". Yebit tenía sus dudas ¿Realmente era ella
responsable de todo? ¿Es que era ella la única que hacía todo mal? ¿Es que los
demás no cometían fallos? Y si era así, ¿por qué no la ayudaba nadie cuando al
parecer necesitaba ayuda? ¿Solo ella podía hacer algo para que algo cambiara en
su vida? Seguro, ella podría cambiar algo dentro de sí. Pero... su entorno, las
personas... al parecer no querían eso, pues simplemente no veían sus esfuerzos.
Ni su desamparo. Solo veían a Yebit. Yebit, el objeto. Sin nombre, sin
derechos, sin sentimientos... ningunas necesidades, siempre a mano para
utilizar. ¿Pero para ocuparse de ello? ¿Por qué? Si al fin y al cabo solo ella
era responsable de su vida, era suficientemente mayor...
Yebit se levantó de nuevo. Tenía que hacer algo, tenía
que decidir qué dirección debía tomar. Yebit miraba hacia adelante y hacia
atrás. Hasta que finalmente miró de nuevo al cielo con los ojos llenos de
lágrimas. Allí, donde deberían estar sus padres. Como ángeles que velan por
ella. Sus padres, ellos querían a Yebit ¿Pero por qué la dejaban ahora sola?
¿Por qué no bajaban del cielo y la ayudaban? ¿Ahora, exactamente ahora, que
ella estaba en el desierto sola en medio de la noche, helada e incapaz de hacer
nada? Yebit sollozaba aún más alto. Probablemente sus padres no la podían
encontrar, ya que no conocían a Yebit, sino solo a una niña alegre, lo que pudo
ser, cuando sus padres aún vivían. Cuando fue querida y protegida por ellos...
Yebit se cae de rodillas y comienza a rezar. No a un
dios, porque ese al parecer se olvidó de ella hace mucho tiempo. Ella envió
todos sus buenos sentimientos, todas sus esperanzas a una vida de paz y
felicidad, todas sus creencias en las buenas personas al oscuro cielo, para que
todo ello quizás llegue a sus padres y ellos reconozcan de nuevo a Yebit y la
envíen una mano de ángel. Una mano que sujete, guíe y quiera a Yebit....así
como ella es...
Que no existen los ángeles, aún no se ha podido
demostrar hasta hoy científicamente. Pero existe una cantidad innumerable de
Yebits en el mundo. Deberíamos percibirlas, aunque ni siguiera parezcan
merecerse llevar un nombre, y devolverles por la atención que les prestamos, un
nombre propio...
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